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Mostrando entradas de diciembre, 2007

Desiderata

Al final, no es el pesimismo el que triunfa ni tampoco el absoluto optimismo. La vida está entre Heródoto y Demócrito, entre el llanto y la risa, entre la armonía y la disarmonía. (M. Batllori, Recuerdos de casi un siglo ) A todos los que siguen esta bitácora, mis mejores deseos para estas fiestas navideñas y para el año 2008.

Rochester

En el periódico londinense Domestic Intellligence , de 23 de diciembre de 1679, se podía leer: “El día 18 de los corrientes, el señor Dryden, el gran poeta, fue agredido en Rose-street, Covent Garden, por tres personas que le llamaron granuja e hijo de puta, lo derribaron a golpes y le hirieron de gravedad, pero cuando él empezó a gritar ¡homicidio!, escaparon. Se cree que habían sido pagados por adelantado, no para robarlo, sino para ejecutar alguna venganza femenina , si no papista.” Durante mucho tiempo se creyó que quien estaba detrás de este ataque era John Wilmot, segundo conde de Rochester, libertino reconocido de la corte de Carlos II y también poeta. La cosa nunca llegó a aclararse. Graham Greene en su libro El mono de Rochester , recientemente publicado por Ediciones Península, en traducción de María Luz García de la Hoz, aporta información sobre el incidente y tiende a minimizar la posible participación de Rochester en el mismo. Es posible que nunca llegue a a

Lección de realismo

Ayer estuve hojeando la edición de La Odisea en la clásica versión del helenista Luis Segalá y Estalella (1873-1938). Abrí al azar el libro y me adentré en la Rapsodia XII, aquella en la que Odiseo y sus compañeros tienen que sortear el terrible estrecho flanqueado por el monstruo Escila y la divinal Caribdis. La historia dice que, superado el peligro, alcanzan los navegantes Trinacia, la isla de Helios, y allí, al abrigo de un puerto y cabe una fuente de agua dulce “…los compañeros desembarcaron, y luego aparejaron muy hábilmente la comida. Ya satisfecho el deseo de comer y de beber, lloraron, acordándose de los amigos a quienes devoró Escila después de arrebatarlos de la cóncava embarcación, y mientras lloraban les sobrevino dulce sueño…” Veamos. Nuestro héroe y sus compañeros sobrevivientes acaban de pasar por un difícil trance. Se hallan exhaustos, hambrientos, de modo que lo primero que hacen una vez en tierra es comer y beber. Y una vez saciado el hambre se acuerdan de los c

Un poema de William Bronk

PENSÉ QUE ERA HARRY Disculpe. Por un momento pensé que usted era alguien que conozco. Me suele ocurrir. Una vez en el Teatro de la Plaza cuando aún estaba en la plaza, volví la cabeza mientras se encendían las luces y me vi allí con una chica y otra pareja. Fuera, en el vestíbulo, le miré y él miró hacia otra parte. Yo no le resultaba conocido. Bueno, es cosa de dos, como se dice, y de todas maneras no sé qué hubiera probado. ¿Usted cree que sabemos quiénes somos? Los niños parece que lo saben. Una vez pregunté a una niña. Dijo que había estado enferma. Dijo que se veía diferente y se sentía diferente. Yo dije: “Tal vez no eras tú. ¿Cómo lo sabes?" “Oh, sí, era yo”, dijo ella, “sé que lo era.” Esta parte ya no me preocupa o al menos no como antes. No soy nadie más y a fin de cuentas nadie. Todo el resto lo desconozco. No sé nada. Me chocó. Pensé que era Harry cuando le vi y pensé: “Le preguntaré a Harry.”

Críticos quisquillosos

Cuando veo a estos críticos literarios fastidiosos, guardianes de la lengua, puristas acérrimos, siempre dispuestos a corregir en las obras de los demás la más pequeña falta gramatical o desliz sintáctico, me viene a la mente aquel tipo de la Barcelona ochocentista llamado Salvador Estrada. Según testimonios de la época, el tal Estrada era conocido por no soportar el menor error en el lenguaje. Según cuenta Antonio R. Dalmau en Tipos populares de Barcelona (1945), cierto día, en un almacén delante de su casa apareció un letrero que decía: Frabica de belas de sevo . Estrada protestó ante el dueño por tamaño desaguisado lingüístico, pero éste lo echó con cajas destempladas. A Estrada, desesperado, no le quedó más remedio que ¡mudarse de piso! En otra ocasión Estrada se comprometió a escribir una obra en un castellano tan puro…”que no la entendería nadie” Y la escribió, representándose en la Sociedad El Fénix en 1851. Fue un fracaso, pero consiguió su propósito. Uno de sus trozos decía:

James Agee

"El roble y el pino muertos, el terreno, el rocío, el aire, todo el ámbito donde nuestros cuerpos se acostaban y nuestras mentes vagaban en silencio, caminaban, nadaban, observaban, tenía la delicada fragancia de un paraíso y, como todo lo que es mejor, era suelto, ligero, casual, totalmente real . Había, según nuestras mentes, nuestros recuerdos, nuestros pensamientos y sentimientos, alguna combinación, alguna generalización, algún arte y ciencia; pero nada de la pedantería gazmoña de la ciencia y nada del formalismo y la tensión y pretensión del arte. Toda la longitud del cuerpo y todas sus partes y funciones participaban, eran tomadas en cuenta y recompensadas, inseparables de la mente, idénticas a ellas: y todo, todas las cosas tocadas por la mente eran realidad, y todo, todas las cosas tocadas por la mente se convertían al instante, pero sin perder en absoluto la cualidad de su individualidad total, en verdad y alegría o, mejor dicho, revelaban, por sí mismas, la verdad, que

Conradiana: Addenda

Un amigo seguidor de estas entradas me pregunta cuál es la obra de Joseph Conrad que prefiero. La respuesta es difícil teniendo en cuenta que de Conrad me gusta todo. No obstante, si tuviera que dar un solo título tal vez me inclinara por La línea de sombra. Puede que no sea tan apreciada o popular como otras novelas suyas, pero mi primera lectura, realizada a una edad en la que el significado de aquella novela se me reveló en toda su plenitud, dejó en mí una huella indeleble. Más fácil me resulta dar una lista de obras preferidas. Este podría ser, hoy por hoy, mi canon conradiano: Novela: Lord Jim Novela corta: Tifón Relato: “El copartícipe secreto” Libro de relatos: Youth and other stories (contiene “Juventud”, “El corazón de las tinieblas" y "El cabo de la cuerda”) Libro de “no ficción”: El espejo del mar Ahora bien, si tuviera que elegir no ya una obra sino un libro en concreto, entonces sin dudar escogería un título de Conrad que raramente apare

Conradiana (y X): Estelrich y Pla

Hace hoy exactamente 150 años, el 3 de diciembre de 1857, nacía en Berdyczów, Ucrania, en una parte de Polonia anexionada por Rusia, Jósef Teodor Konrad Nalecz Korzeniowski. Otro día 3, pero de agosto de 1924, moría Joseph Conrad en Bishopsbourne, cerca de Canterbury, Kent, a las ocho y media de la mañana, de un ataque al corazón. En París, aquel caluroso domingo, los diarios de la tarde dieron la noticia. Al atardecer, entre las Tullerías y el Pont Royal trepidante de autobuses, dos periodistas destinados en la capital francesa, Josep Pla y Joan Estelrich, iniciaban una amigable conversación sobre el escritor que acababa de fallecer y por el que ambos sentían admiración. Poco después, Estelrich escribiría una serie de artículos sobre la vida y obra del autor de Nostromo en La Revista de Catalunya, que posteriormente recogería en Entre la vida i els llibres (1926). Que yo sepa es uno de los primeros ensayos publicados en España, si no el primero, sobre Joseph Conrad, y merece, cuan

Pure noir (VIII)

Hart agarró las piernas y cerró los ojos. Los ruidos de la sierra y del cuchillo eran grandes puñados de una horrible materia viscosa que lo golpeaban y penetraban en él, y empezó a flaquear, y trató de concentrar la mente en otra cosa, y recordó la pintura y empezó a pensar en los paisajes de Corot, y luego se apartó de Corot aunque sin abandonar ese período porque pensó en Courbet, pero al recordar que Courbet era un exponente del realismo trató de alejarse de él, sin poder olvidarlo, porque pensaba en la forma en que Gustave Courbet mostraba a Catón arrastrando sus propias entrañas y a La Presa , en la cual el venado era destrozado debajo del árbol por los mastines enardecidos, y trató de volver a Corot, de pasar de Corot a la serena escuela inglesa con ropas bordadas y posturas gráciles y con todas su delicadeza, pero Courbet volvía a arrastrarlo. -Agárralo más arriba -dijo Charley. -Dime, Charley -preguntó Hart con los ojos fuertemente cerrados-, ¿alguna vez hiciste esto antes? -N