"El roble y el pino muertos, el terreno, el rocío, el aire, todo el ámbito donde nuestros cuerpos se acostaban y nuestras mentes vagaban en silencio, caminaban, nadaban, observaban, tenía la delicada fragancia de un paraíso y, como todo lo que es mejor, era suelto, ligero, casual, totalmente real . Había, según nuestras mentes, nuestros recuerdos, nuestros pensamientos y sentimientos, alguna combinación, alguna generalización, algún arte y ciencia; pero nada de la pedantería gazmoña de la ciencia y nada del formalismo y la tensión y pretensión del arte. Toda la longitud del cuerpo y todas sus partes y funciones participaban, eran tomadas en cuenta y recompensadas, inseparables de la mente, idénticas a ellas: y todo, todas las cosas tocadas por la mente eran realidad, y todo, todas las cosas tocadas por la mente se convertían al instante, pero sin perder en absoluto la cualidad de su individualidad total, en verdad y alegría o, mejor dicho, revelaban, por sí mismas, la verdad, que