James Agee
"El roble y el pino muertos, el terreno, el rocío, el aire, todo el ámbito donde nuestros cuerpos se acostaban y nuestras mentes vagaban en silencio, caminaban, nadaban, observaban, tenía la delicada fragancia de un paraíso y, como todo lo que es mejor, era suelto, ligero, casual, totalmente real. Había, según nuestras mentes, nuestros recuerdos, nuestros pensamientos y sentimientos, alguna combinación, alguna generalización, algún arte y ciencia; pero nada de la pedantería gazmoña de la ciencia y nada del formalismo y la tensión y pretensión del arte. Toda la longitud del cuerpo y todas sus partes y funciones participaban, eran tomadas en cuenta y recompensadas, inseparables de la mente, idénticas a ellas: y todo, todas las cosas tocadas por la mente eran realidad, y todo, todas las cosas tocadas por la mente se convertían al instante, pero sin perder en absoluto la cualidad de su individualidad total, en verdad y alegría o, mejor dicho, revelaban, por sí mismas, la verdad, que por su propia naturaleza era alegría, lo cual debe ser la finalidad de arte, de la investigación y de toda la existencia humana."
Este párrafo pertenece al libro Let Us Now Praise Famous Men (Elogiemos ahora a hombres famosos), del escritor norteamericano James Agee (1909-1955). Desde que lo leí, a comienzos de los años noventa, en la traducción de Pilar Giralt Gorina para Seix Barral, con las magníficas fotos de Walker Evans, me fascinó. Publicado en 1941, este documento extraordinario sobre la vida cotidiana de cuatro familias de blancos pobres, campesinos algodoneros de Alabama, en plena Gran Depresión, es uno de los esfuerzos morales más honestos y sobresalientes realizados por un escritor norteamericano en el siglo XX. A pesar de contener pasajes de lectura nada cómoda, excesivos hasta la desmesura, es difícil no dejarse arrastrar por su prosa potente, brilllante y seductora. "El camino del exceso conduce al palacio de la sabiduría", dice Agee hacia el final del libro; y, en su caso, es cierto. También dice: "La verdad nunca puede decirse de modo que se comprenda pero no se crea."
Ahora Alianza Editorial acaba de publicar su única novela, Una muerte en la familia, en traducción de Carmen Criado. Es una buena novela pero, en mi opinión, no llega a la altura de Elogiemos ahora a hombres famosos. Lo mejor es la evocación que, bajo el epígrafe "Knoxville: Verano de 1915", sirve de introducción a la misma. Una pequeña joya. (Propongo leerla y luego escuchar la pieza para soprano y orquesta que Samuel Barber compuso sobre dicho tema. Como música de fondo de Elogiemos ahora... me inclinaría por la banda sonora que Virgil Thomson puso al documental del New Deal The Plow that Broke the Plains. Aunque las palabras de Agee tienen su propia y excelente música...)
Este párrafo pertenece al libro Let Us Now Praise Famous Men (Elogiemos ahora a hombres famosos), del escritor norteamericano James Agee (1909-1955). Desde que lo leí, a comienzos de los años noventa, en la traducción de Pilar Giralt Gorina para Seix Barral, con las magníficas fotos de Walker Evans, me fascinó. Publicado en 1941, este documento extraordinario sobre la vida cotidiana de cuatro familias de blancos pobres, campesinos algodoneros de Alabama, en plena Gran Depresión, es uno de los esfuerzos morales más honestos y sobresalientes realizados por un escritor norteamericano en el siglo XX. A pesar de contener pasajes de lectura nada cómoda, excesivos hasta la desmesura, es difícil no dejarse arrastrar por su prosa potente, brilllante y seductora. "El camino del exceso conduce al palacio de la sabiduría", dice Agee hacia el final del libro; y, en su caso, es cierto. También dice: "La verdad nunca puede decirse de modo que se comprenda pero no se crea."
Ahora Alianza Editorial acaba de publicar su única novela, Una muerte en la familia, en traducción de Carmen Criado. Es una buena novela pero, en mi opinión, no llega a la altura de Elogiemos ahora a hombres famosos. Lo mejor es la evocación que, bajo el epígrafe "Knoxville: Verano de 1915", sirve de introducción a la misma. Una pequeña joya. (Propongo leerla y luego escuchar la pieza para soprano y orquesta que Samuel Barber compuso sobre dicho tema. Como música de fondo de Elogiemos ahora... me inclinaría por la banda sonora que Virgil Thomson puso al documental del New Deal The Plow that Broke the Plains. Aunque las palabras de Agee tienen su propia y excelente música...)
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