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Mostrando entradas de marzo, 2022

Un poema de Montaner

  APALACHE   Las provincias más duras y más ricas,  las más óptimas tierras y abundantes, surgieron a las puntas de sus pies.   Ciénagas hondas; monstruos delirantes, aligátores verdes y fabulosos, voraces cocodrilos y gigantes; indios enardecidos y briosos, diestros en arcos y en encrucijadas, hercúleos y potentes como osos; y vidas españolas malogradas, cerraban la aspereza del camino que abrieron el valor y las espadas. Eran las púas del rosado espino que guardaban la flor y el dulce fruto; la cuba negra del dorado vino;   la hidra septiforme; el ciego bruto; la entraña tenebrosa en que se asienta el cristal rutilante e impoluto. Apalache graciosa y opulenta: la flor, la luz y el vino perfumado; la bendición de Dios, tras la tormenta, sobre el campo de otoño refrescado. (Joaquín Montaner, Misisipí . Montaner y Simón, S.A., Barcelona, 1948)

Genialidad pimpante

El hada de las coles (1896) es una joya inicial que, no obstante, conoció varios montajes y versiones, como la ampliada de 1902 que remoza parcialmente el argumento. En la original de 1896 y que conservamos, una mujer va extrayendo, entre medias de unos paseos garbosos, lactantes de entre las coles plantadas en un huerto. Es probablemente uno de los primeros casos (si no el inaugural), salvando las querellas historiográficas al respecto, que muestran narración fílmica. Importa una ardite quién fuera primero, ella o Meliès, aunque las fechas no suelen mentir. Lo realmente llamativo, y que produce una gran suspicacia, es cómo una genialidad pimpante como esta se nos hurtó de las pantallas tanto tiempo. La imagen es mágica. Se trata de una dama blanca, creeadora de vida y apegada a la tierra, de la que brotan infantes de entre las coles. En el plano inicial, el mismo que ilustra la portada de este libro, la maga agita su varita sobre el campo preñado de bébés. (Juan Laborda Barceló, Al

Unos minutos bastan

  Los tres hombres parecían embebecidos en sus pensamientos, lo que, por extraña coincidencia, confluían en un mismo punto: la sorprendente asociación que habían hecho entre sí, el sincero y súbito afecto que había nacido en sus pechos sin apenas conocerse. Sacaron en consecuencia la misma deducción: que en la vida no es necesario, ni imprescindible, una larga convivencia con determinada persona para llegar a profesarle un afecto profundo, una confianza ciega. Que a veces bastan unos minutos de conversación con un desconocido para sentirse misteriosamente compenetrado con él. (Leo Mason, Te espera la horca . Editorial Tesoro, 1964).  

Inmortalidad de la escritura

  El saber no quiere extinguirse, pero tampoco permanecer siempre allí donde se formulan sus ideas. Las bibliotecas, como las piedras talladas para la construcción, van de la vieja a la nueva casa entre manos que se interrogan menos sobre su origen que acerca del milagro de su continuidad. La inmortalidad de un libro radica en su escritura; y la inmortalidad de la escritura en la misma voz humana que, transcribiéndose a sí misma, se zafa de las fauces del tiempo para asombro de quien todavía la puede leer. (Mario Satz, Bibliotecas imaginarias , Acantilado, 2021). 

25 novelas

  En el último número de la revista El Cultural (4-10 de marzo de 2022) viene una encuesta sobre "Las 25 mejores novelas españolas escritas por mujeres (siglos XX-XXI)". Los 15 especialistas consultados (9 mujeres y 6 hombres) tenían que dar 20 títulos de novelas, escritas por mujeres españolas, entre 1901 y 2021, en cualquiera de los idiomas oficiales. Los resultados son hasta cierto punto previsibles, sobre todo por lo que se refiere a las primeras cinco de la lista:  1. Nada (1945), de Carmen Laforet. 2. Entre visillos (1958), de Carmen Martín Gaite. 3. La plaça del diamant (1962), de Mercé Rodoreda. 4. Primera memoria (1960), de Ana María Matute. 5. Memorias de Leticia Valle (1945) de Rosa Chacel. De estos primeros lugares, yo hubiese cambiado algún título y alterado un poco el orden, pero en general es una selección aceptable, que no se aparta del "canon" establecido desde hace años. Las veinte novelas restantes son ya más opinables o cuestionables. Dado

Bajo la mirada de Occidente

Mapa de la división de Polonia a mediados del siglo XIX. (Owen Knowles y Gene Moore, Oxford Reader's Companion to Conrad , Oxford University Press, 2000).    Sigo por los medios de comunicación, con la lógica preocupación, el avance implacable de las tropas invasoras rusas en Ucrania. Como en todas las guerras, la primera gran víctima es la población civil. Leo las últimas noticias, que dejan de serlo en cuestión de minutos. Zhythómir, como tantas otras ciudades ucranianas, ha sido bombardeada. Y entonces me acuerdo de Joseph Conrad. ¿Por qué Conrad? Porque el escritor británico se llamaba en realidad Jósef Teodor Konrad Korzeniowski y nació en 1857 en el seno de una familia polaca en Berdyczów o Berdichev, perteneciente en la actualidad a Ucrania, en el óblast de Zythómir o Zytomierz, región de Volinia, que había sido territorio de la Mancomunidad polaco-lituana, antes de ser anexionado por Rusia en la segunda partición de Polonia en 1793. Así pues, Conrad era un polaco, nacido en