APALACHE Las provincias más duras y más ricas, las más óptimas tierras y abundantes, surgieron a las puntas de sus pies. Ciénagas hondas; monstruos delirantes, aligátores verdes y fabulosos, voraces cocodrilos y gigantes; indios enardecidos y briosos, diestros en arcos y en encrucijadas, hercúleos y potentes como osos; y vidas españolas malogradas, cerraban la aspereza del camino que abrieron el valor y las espadas. Eran las púas del rosado espino que guardaban la flor y el dulce fruto; la cuba negra del dorado vino; la hidra septiforme; el ciego bruto; la entraña tenebrosa en que se asienta el cristal rutilante e impoluto. Apalache graciosa y opulenta: la flor, la luz y el vino perfumado; la bendición de Dios, tras la tormenta, sobre el campo de otoño refrescado. (Joaquín Montaner, Misisipí . Montaner y Simón, S.A., Barcelona, 1948)