Bajo la mirada de Occidente
Mapa de la división de Polonia a mediados del siglo XIX. (Owen Knowles y Gene Moore, Oxford Reader's Companion to Conrad, Oxford University Press, 2000).
Sigo por los medios de comunicación, con la lógica preocupación, el avance implacable de las tropas invasoras rusas en Ucrania. Como en todas las guerras, la primera gran víctima es la población civil. Leo las últimas noticias, que dejan de serlo en cuestión de minutos. Zhythómir, como tantas otras ciudades ucranianas, ha sido bombardeada. Y entonces me acuerdo de Joseph Conrad.
¿Por qué Conrad? Porque el escritor británico se llamaba en realidad Jósef Teodor Konrad Korzeniowski y nació en 1857 en el seno de una familia polaca en Berdyczów o Berdichev, perteneciente en la actualidad a Ucrania, en el óblast de Zythómir o Zytomierz, región de Volinia, que había sido territorio de la Mancomunidad polaco-lituana, antes de ser anexionado por Rusia en la segunda partición de Polonia en 1793. Así pues, Conrad era un polaco, nacido en un pueblo ucraniano, sometido a la férula del Imperio Ruso. Desde el principio supo lo difícil que era vivir en el extremo oriental de Europa, donde la fronteras son cambiantes y difusas. Apollo, su padre, fue un activo defensor de la independencia de su pueblo. Siendo niño, Conrad vio cómo su padre era perseguido, arrestado y condenado al exilio por sus ideas.
Curiosamente, Joseph Conrad, aseguraba haber nacido en Zytomierz, y así consta en las listas de tripulantes de los barcos franceses en los que se enroló al principio de su carrera de marino. En la casilla de "nacionalidad" de los formularios portuarios solía poner "polaca", aun cuando Polonia no existía como estado soberano. Vistos los antecedentes familiares, se entiende que Conrad tuviese un comprensible recelo respecto a Rusia. En una carta a su amiga Olivia Garnett, escribe: "Sé muy poco de los rusos. Prácticamente nada. En Polonia no tenemos nada que ver con ellos. Se sabe que estan allí. Y esto ya es de por sí suficientemente desagradable".
En sus novelas, también deja entrever su antagonismo: El villano de El agente secreto es el siniestro diplomático ruso Vladimir; en El corazón de las tinieblas, el Arlequín, gran admirador de Kurtz, es ruso; y en el prefacio de Bajo la mirada de Occidente, el autor dice de sus personajes que "los opresores y los oprimidos son todos rusos; y el mundo tiene que encararse, una vez más, con la verdad del proverbio que dice que el tigre no puede cambiar sus rayas ni el leopardo sus manchas". Hay que reconocer que en esta novela el autor hizo un esfuerzo considerable, pese a sus naturales reservas, para tratar de entender esa cosa indescifrable que llaman el "alma rusa". ¿Qué pensaría hoy Joseph Conrad sobre lo que está pasando en Ucrania? Imposible saberlo, claro está, pero hay claves en su personalidad y en sus escritos para intuirlo.
Parte del territorio actual de Ucrania fue de Polonia en otros tiempos. Casi lo mismo puede decirse de muchos otros lugares y países de Europa. Incluso ahora, después de tantos exterminios y tantas limpiezas étnicas, aún quedan poblaciones en muchos estados con el idioma que aparentemente corresponde a otro estado. La construcción de naciones trajo muchas guerras y por lo visto sigue y seguirá trayéndolas. Que no nos pase nada.
ResponderEliminarSí, ojalá no nos pase nada. Aunque estas cosas se sabe como empiezan, pero no cómo acaban.
ResponderEliminarY tal como van las cosas a siete de marzo, seguirá esta atrocidad por mucho tiempo, el daño está hecho y es irreparable. Costará, si es que regresa la paz, reconstruir y reanudar la vida civil después de tanta destrucción y muerte. Lo que más sobresalta es que con todo el gran desarrollo tecnológico y científico, se recurra a la guerra para solucionar un desacuerdo, que aunque venga de lejos, da la sensación de que se estaba alimentando por intereses que van más allá de las reclamaciones nacionales. Una pena inmensa.
ResponderEliminarTambién yo tengo la sensación, cada día más fuerte, de que en Ucrania se combate y se muere por intereses muy ajenos.
EliminarTienes razón, Marga. El daño ya está hecho y las heridas tardarán mucho en cicatrizar. Lo más preocupante es que no aprendemos. Que a estas alturas del siglo XXI, en plena Europa, todavía se tenga que recurrir a la guerra para dirimir un conflicto es lamentable. y nos tiene que avergonzar.
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