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Mostrando entradas de junio, 2020

Una historia de la literatura (y VI)

Extractos (comentados) de Historia de la Literatura por Edelvives (1958): Al llegar al capítulo XLII (Literatura novecentista), el primer escritor en ser abordado es Juan Ramón Jiménez. De su vida, que apenas ocupa tres líneas, dice: "Nació en Moguer (Huelva) en 1881. Estudió con los Jesuitas en Puerto de Santa María y cursó leyes en la Universidad de Sevilla. Ha vivido muchos años en Madrid. Murió en Puerto Rico, en 1958". Nótese la fenomenal elipsis: vivió en Madrid... murió en Puerto Rico ¿Y en medio qué le pasó a JRJ?  El manual fue impreso unos cuatro meses después de la muerte de Juan Ramón Jiménez. Hacía un par de años que la Academia Sueca le había otorgado el Premio Nobel de Literatura. A diferencia de Echegaray y Benavente -los otros dos escritores españoles que también fueron agraciados con el citado premio- el concedido a Juan Ramón no se menciona. ¿Por qué razón? Lo ignoro.  Pero lo más interesante y curioso acerca del autor de Platero y yo no se hall

Un latido en la mirada

La infancia no es la patria sin bandera de la que muchos artistas se sienten ciudadanos. Más bien, cada infancia es un constructo, un lugar en el que naufragamos por instinto y aprendemos que el camino solo importa si logra generar un sentido. Un latido en la mirada, así podríamos definir esos años. Aquel tiempo en el que cada gesto nos hacía descubrir cómo era en realidad el mundo. De hecho, aún podemos sentir, si nos paramos, cerramos los ojos y nos dejamos llevar por la marea de lo interno, cómo eran aquellas concepciones, aquellas ideas descabelladas que regían un universo inconexo y maravilloso, donde la razón se veía sustituída por el color. Lo siento desde aquí, desde esta atalaya. Noto el latido inconsciente, la caricia de las visiones sin fundamento y, por supuesto, aún percibo la calidez del descubrir. A veces, era sanadora, como un abrigo a tiempo en una noche destemplada o el olor de la mano materna tras una pesadilla, pero otras era algo semejante a un ácido en la conc

Herido por Cupido don Armado presiente poemas

Trabajos de amor perdidos es una comedia temprana de William Shakespeare, sin duda la más refinadamente formalista, llena de alambicados juegos de palabras, dobles sentidos, ingeniosos dichos, poemas abstrusos y referencias clásicas. Si ya en su día se consideró un entretenimiento destinado a un público cortesano, minoritario y cultivado, en la actualidad su sentido tiende a escapársenos a no ser que la edición vaya acompañada de copiosas anotaciones a pie de página. La obra contiene un personaje memorable: Don Adriano de Armado, un caballero español, fantasioso y enamoradizo, que viene a ser una especie de etnotipo del español para el público inglés que todavía tenía presente la derrota infligida a la Armanda Invencible (el apellido Armado es una clara alusión a la misma). Al final del acto I, escena II, Adriano de Armado da rienda suelta a su enamoramiento de la aldeana Jaqueneta a través de un parlamento trufado de expresivas y vehementes palabras (la traducción es de José M

Cola de cordero

     El Mignon, situado en el número dos de Queensway, era el más afamado restaurante húngaro de la capital inglesa. Músicos con instrumentos magyares amenizaban la comida. Para todos menos para el desdichado Mon Kilgore que, pensando en la cuenta, veía desfilar los platos nacionales e internacionales que, con una glotonería inexplicable, iba devorando la hermosa Penélope.      La muchacha era lo que suele calificarse de una manera general, una chica bonita. Alta, esbelta, elegante en el vestir, con una larga cabellera rojiza cayéndole sobre los hombros desnudos por el amplísimo escote que dejaba ver, y esto era lo que menos le gustaba al pobre Mon, un rosario de vértebras que le recordaba, en aquellos momentos, los huesecitos de una deliciosa cola de cordero que Penélope había roído con sus minúsculos dientes. (Alex Simmons, El último safari . Ediciones Ceres, 1983). 

Una historia de la literatura (V)

Extractos (comentados) de Historia de la Literatura por Edelvives (1958): ANATOLE FRANCE. "En su novela el Jardín de Epicuro llega a decir que es preciso no pensar en nada para no sentir el trágico absurdo de la vida. ¡Lo que llega a decirse cuando no brilla en el alma el sol de la fe!". (Por supuesto, todas sus obras estaban en el Índice). MOSÉN JACINTO VERDAGUER. De su poema épico La Atlántida , "el mejor de todo el siglo XIX en España", dice: "En él canta el hundimiento de la Atlántida, legendario continente del que solo queda el Teide... y que parece decirnos: la Atlántida estuvo aquí". (Esto de que un volcán de las islas Canarias fuera el único resto del continente perdido de la Atlántida excitó poderosamente mi imaginación durante algún tiempo. Hasta que empecé a saber algo, no mucho, de geología).        BENITO PÉREZ GALDÓS. "En 1912 quedó completamente ciego. Sus últimos años  fueron de grandes apuros económicos. Una suscripción

Imperecederos textos roqueños

Federico de Botella y de Hornos (1822-1899) Saber de saberes, la geología aplicada a la paleogeografía se convertía en una poderosa herramienta en manos de agudos observadores y arriesgados hermeneutas como Federico de Botella, a cuyo entender, ... en las alteraciones de costas, fronteras y territorios, en los cambios de la forma, situación y relaciones de los múltiples accidentes orográficos, el historiador ha de encontrar con seguridad la causa de conexiones oscuras y enigmáticas, la explicación de extrañas migraciones y la solución de no pocos problemas no alcanzada todavía por desconocerse el valor de los factores o no fijarse debidamente en esos imperecederos textos roqueños que por bruscos y potentes que hayan sido los trastornos de la corteza terrestre, han quedado siempre como hitos más o menos marcados por donde puede enlazarse el pasado con el presente. Elocuente y visionario, historiador de la península remota y hombre preocupado por la desertificación avant la let

Una historia de la literatura (IV)

Extractos (comentados) de Historia de la Literatura por Edelvives (1958): JOSÉ MARCHENA. "Expulsados del suelo patrio los franceses, el apóstata e impío Marchena huyó a Francia, de donde volvió a España el año 1820, pero menospreciado de todos, incluso de los afrancesados, por su proceder antipatriótico, murió en la mayor miseria  y olvido al año siguiente". (Sí, el abate Marchena, también estaba en el libro, aunque para llevarse uno de los varapalos más contundentes. No hay piedad ni compasión a la hora de mostrar su poco afortunada vida, aunque luego se diga que "su obra poética ofrece calidades varias". De lo cual se desprende una clara moraleja: mirad a qué conduce la impiedad, la apostasía y el antipatriotismo). MANUEL JOSÉ QUINTANA. "Fue coronado solemnemente por Isabel II, de quien fue preceptor". (¡Ah, tiempos aquellos en los que un poeta podía lucir una corona! Hubo otro, pero fue una lástima porque no pudo disfrutar de tan alto honor: &quo

El Anacronópete

En el último episodio de la serie televisiva El ministerio del tiempo, titulado "Deshaciendo el tiempo", tiene un papel relevante un extraño aparato volador llamado "Anacronópete". No es una invención de los guionistas de la serie, sino más bien un homenaje a la figura del escritor madrileño Enrique Gaspar y Rimbau (1842-1902). En su tiempo Enrique Gaspar fue celebrado sobre todo como dramaturgo, autor de varias comedias de costumbres de estilo realista. Por otro lado, su experiencia de diplomático (fue cónsul en varias ciudades de Europa y Asia) le suministró materia para sus libros de viaje. Pero hoy en día es especialmente recordado por El Anacronópete (Barcelona, 1887), novela de fantasía y aventuras en la línea de las producidas por Julio Verne, considerada una de las primeras aportaciones españolas a la ciencia ficción moderna y un claro precedente de La máquina del tiempo de H. G. Wells. La novela de Gaspar -que en principio iba a ser un libreto de za

Zura

Zura es un animal de proporciones extraordinarias, que vive en las ciudades inexistentes. Lo descubrió Swami Panchadasi, catedrático de etnología, cuando leía un antiguo manuscrito en los archivos de la Universidad de Nueva Delhi. El texto era muy oscuro y deficiente, pero podía asegurarse que trataba, con todo lujo de detalles, de la ciudad mítica de Kavishnanda y del monstruo Zura que la habitaba desde hacía varios siglos. Del documento se desprendía que Zura era como un enorme gusano blanco, ciego y sin voz, que reptaba silenciosamente por las calles de Kavishnanda babeando por los grandes bloques de piedra y destruyendo sin piedad cualquier vestigio de vida que pudiera hallar a su paso. Más tarde, entraba en el gran templo -el llamado de las Tinieblas- y se adormilaba lentamente en el vacío de su inexistencia, en la profunda y deshabitada noche de su no ser, según indicaba la doctrina de los sacerdotes orientales, recogida en el aforismo hermético: "Como es arriba es abajo