El Anacronópete
En el último episodio de la serie televisiva El ministerio del tiempo, titulado "Deshaciendo el tiempo", tiene un papel relevante un extraño aparato volador llamado "Anacronópete". No es una invención de los guionistas de la serie, sino más bien un homenaje a la figura del escritor madrileño Enrique Gaspar y Rimbau (1842-1902).
En su tiempo Enrique Gaspar fue celebrado sobre todo como dramaturgo, autor de varias comedias de costumbres de estilo realista. Por otro lado, su experiencia de diplomático (fue cónsul en varias ciudades de Europa y Asia) le suministró materia para sus libros de viaje. Pero hoy en día es especialmente recordado por El Anacronópete (Barcelona, 1887), novela de fantasía y aventuras en la línea de las producidas por Julio Verne, considerada una de las primeras aportaciones españolas a la ciencia ficción moderna y un claro precedente de La máquina del tiempo de H. G. Wells.
La novela de Gaspar -que en principio iba a ser un libreto de zarzuela, de aquí su frecuente aire humorístico- apareció en un tomo junto con otras dos obras suyas: Viaje a China y el cuento La metempsícosis. Fue publicada por el establecimiento tipográfico-editorial de Daniel Cortezo y C.ª, dentro de la selecta Biblioteca "Arte y Letras" (la misma colección en la que tres años antes había salido La Regenta de Leopoldo Alas, Clarín). En el aspecto formal esta primera edición de El Anacronópete es digna de destacar por su elegante y cuidado diseño. La tapa estampada a todo color lleva la firma del maestro encuadernador F. Jorba, y ha sido copiada parcialmente en varias reediciones de dicha obra en los últimos años. Las ilustraciones al texto, entre ellas la que reproduce la nave del tiempo, son debidas al pintor y dibujante Francisco Gómez Soler.
Sobre esta curiosa máquina del tiempo, invención del científico zaragozano don Sindulfo García, se dice en la novela que: "El Anacronópete, que es una especie de Arca de Noé, debe su nombre a tres voces griegas: Aná que significa hacia atrás, cronos el tiempo y petes el que vuela, justificando de este modo su misión de volar hacia atrás en el tiempo; porque en efecto, merced a él puede uno desayunarse a las siete en París, en el siglo XIX; almorzar a las doce en Rusia con Pedro el Grande; comer a las cinco en Madrid con Miguel de Cervantes Saavedra -si tiene con qué aquel día-y, haciendo noche en el camino, desembarcar con Colón al amanecer en las playas de la virgen América".
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