Un poema de Fernández Abril


 

CENICIENTA

 

Cuando no tenía más que mi esperanza

me aferraba al canto de las rosas. Pero

ahora me dan alergia y las detesto.

"Tú toma antihestamínicos, no las odies",

me recordaste al bailar en el jardín.

Sin embargo, en este cuento, y tú lo sabes, 

esta rosa es la señora del castillo, 

mio hermanastra, reina y dueña de tu vida,

que ha despertado y empezado a mover ficha

para tenerte cautivo y vigilado,

quien sentencia que, a las doce lo más tarde, 

se rompe el hechizo y has de volver a casa,

quien dicta que los sábados y domingos

las calabazas no mudan en carrozas

y no vuelan las paloma mensajeras.

Y yo, tonta de mí, he entrado en el juego

sin hada madrina, ni espada o estrategia,

sin tantos años de regencia, ni cetro,

y con una apuesta ilusa y temeraria:

he perdido mi zapato de cristal

en las escaleras de palacio. Escoge

si sales a buscar mi pie por el reino

o si esconderlo y romperlo en mil pedazos

antes de que averigüe la reina que a ella 

no le vale o que hemos estado bailando 

sobre la tierra del jardín, varios meses,

con tacones afilados, si bien siempre

-qué tonta- , cuidadosa y preocupada,

por el príncipe, las rosas y el castillo. 

 

(María Fernández Abril, Cuentos tradicionales. Accésit premio Adonáis, Ediciones Rialp, 2025).   

 

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