Libros


 

"Entre todos los objetos inanimados, entre todas las creaciones del hombre, los libros son los que nos quedan más próximos, por contener nuestros pensamientos, nuestras ambiciones, nuestra indignación ocasional, nuestras ilusiones, nuestra fidelidad a la verdad y nuestra persistente inclinación al error. Pero, sobre todo, se nos parecen en su precariedad. A un puente construido conforme a las reglas del oficio le espera una vida dilatada, honorable, útil. Sin embargo, un libro a su manera tan bueno como el puente puede perecer oscuramente el mismo día de su nacimiento. El arte de su creador no basta para asegurarle más que un momento de vida. De los libros nacidos de la inquietud, inspiración y vanidad de la mente humana aquellos que más habrían agradado a las Musas están más amenazados del peligro de una muerte prematura que los otros. En ocasiones son salvados por sus propios defectos. Puede que un libro grato de ver carezca, por usar una expresión pingorotuda, de alma individual. Es obvio que un libro de esta clase no puede morir; a lo más, deshacerse en polvo. Pero, los mejores libros, cuyo sustento ha provenido de la simpatía y memoria de los hombres, han vivido constantemente al borde de la destrucción porque la memoria humana es frágil, y la simpatía, admitámoslo, una emoción sobremanera fluctuante, que no obedece a principios claros."  

Esta larga y lúcida cita está extraída de "Libros", el primero de los ensayos y artículos recopilados en Notas de vida y letras (1921), de Joseph Conrad. (La edición en español que he utilizado es la de Ediciones del Cotal, Barcelona, 1981, en traducción de Carlos Sánchez-Rodrigo). Dicho artículo apareció previamente en la revista Speaker, en julio de 1905, aunque se ignora cuándo y en qué circunstancias fue escrito, pues no se conserva el original. Si bien fue elogiado por algunos escritores y críticos, como Edward Garnett, parece que no dejó del todo satisfecho al propio Conrad. Lo cierto es que, pese a no alcanzar la altura y elocuencia del famoso "Prefacio" a su novela El negro del "Narcissus", es una visión personal y sincera que se enmarca dentro de los escritos que muestran, como dijo Garnett, su "filosofía de la vida". En realidad es una suerte de manifiesto artístico de lo que Conrad entiende sobre la relación entre la escritura y la vida y, en especial, sobre el oficio de escribir novelas.

A este respecto, dice más adelante:

"En verdad todo novelista debe empezar por crear para sí mismo un mundo, pequeño o grande, en el que honestamente pueda creer. Y eso no puede ser sino conforme a su propia imagen: ha de ser inevitablemente individual y un tanto misterioso; pero, a la vez, ha de resultar familiar a la experiencia, pensamientos y sensaciones de los lectores."

Es decir, por sus libros, lectores, le conoceréis.  

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