Código del Oeste


 

Cat insinuó una sonrisa burlona mientras sus expresivos y duros ojos marrones se clavaban en Jack Mulden situado en ridícula postura.

Este inquirió:

 -¿Me vas a matar?

-Como un perro merecerías que lo hiciera, pero yo he sido siempre fiel al código del Oeste y así puedo plantarle cara a los sheriffs. Tendrás ocasión de defenderte -enfundó con lentitud-, pero date prisa.

Y buena prisa se dio Jack Mulden, creyendo conseguir anticiparse, porque lo último que pierde el hombre es la esperanza.

Con la esperanza se fue al otro mundo.

Cat sólo apretó una vez el gatillo.

La bala horadó un ojo del asesino Mulden, quien lanzó un horrible grito mientras caía desmadejado, ya muerto.

 

(Sam Fletcher, El ángel furioso. Bruguera 1973). 

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