Silbando entre dientes
-Sí... -dijo Ray, y bebió de un solo trago el whisky de su copa-. Cuando le meta una bala en la cabeza, ¡cuando le aplaste con el pie su maldito corazón podrido! ¡Cuando jamás pueda volver a silbar entre dientes esa canción napolitana, precursora de su acción homicida! -se inclinó sobre los dos inspectores, saltones los ojos, rodeados de un cerco sanguinolento y dijo, muy bajo, roncamente-: Le oí silbar "Santa Lucía" entre dientes, mientras el muchacho sollozando de horror, aullando como un condenado a tortura, retrocedía ante él, derribando sillas, esquivándole... Silbaba entre dientes cuando disparó sobre Roy, y seguía silbando cuando el chico cayó al suelo. Seguía gimiendo y disparó de nuevo él, silbando bajito, recreándose en lo que estaba haciendo. Y nosotros, inmovilizados por el horror, escuchábamos, pegados a la pared del pasillo, temiendo que saliese, silbando entre dientes, y nos matase uno por uno, como pájaros cautivos de su mirada, de su silbido de serpiente.
(O. Tavin, Persecución. Colección F.B.I., Editorial Rollan, 1950)
¡uy uy uy! que he leído: dijo Rajoy...
ResponderEliminarPues resulta atractivo ese silbido de serpiente. ¿Cómo sería la canción napolitana?.
Gracias
Cantar y silbar mientras se mata... Como si nada. Esto es se malo malo.
ResponderEliminar