Pequeño homenaje a Francisco González Ledesma
Sacó su revólver.
Era como una sentencia de muerte para Kennedy. Sonó un débil grito.
Pero Kennedy ni se movió.
-Paz -dijo-. Haya paz.
El pistolero gruñó:
-Baile. Haya baile.
Y le disparó a los pies con la intención de obligarle a pegar un brinco.
Pero Kennedy no se movió después del disparo. No pestañeó tan siquiera.
Kennedy tan tranquilo.
La tercera bala se le llevó parte de la suela.
Y Kennedy sin enterarse.
El pistolero le miró atónito.
-¿Qué pasa? ¿No bailas?
-Yo solo predico la paz.
Y descargó la enorme Biblia con lomo de hierro sobre la cabeza de su
agresor, quien no tuvo tiempo ni de levantar un poco más el Colt.
Sonó un siniestro "chask".
El pistolero quedó K.O., y cayó como una res apuntillada.
(Silver Kane, El templo de los pistoleros. Ediciones B, Colección Bravo Oeste, 1987)
(Reproducción de la entrada del 2-12-2013)
Esta escena la recuerdo en una película, ¿puede ser?.
ResponderEliminarPuede ser. ¿Tal vez un spaguetti-western? Ya se sabe que en las películas del oeste los diálogos suelen repetirse con ligeras variantes.
ResponderEliminarPoco reconocimiento para alguien que supo construir un imaginario popular imperecedero. Pienso en Méndez y el barrio de Poble-sec en Barcelona. Descanse en paz.
ResponderEliminar¡Méndez! Gran (y escéptico) personaje.
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