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Mostrando entradas de julio, 2016

La domadora de pulgas

La domadora de pulgas (Fotografía: Centelles) Entre los prestigitadores, adivinos, etc., se halla una caseta de madera que, en vez de puertas, tiene grandes cortinas rojas. Unas escaleras la separan del suelo, como todo el conjunto de esa zona que se halla sobre una extensa tarima. Se levantan  las cortinas y aparece una mujer vestida con maillot; aunque frisará en los cuarenta y cinco años, tiene un aspecto seductor y su cuerpo una forma armoniosa y plena que empieza a parecer demasiado maciza. La semejanza de esa mujer con una walkyria, permite suponer que se tratará de una domadora de animales peligrosos, leones, panteras, osos... Sin embargo, no es así, y la dama del maillot amaestra pulgas. Estas, al conjuro de  su voz, surgen de una cajita de cartón; llevan vestidos de papel de seda de diferentes colores. Andan, saltan, arrastran carritos dorados hechos de la hoja metálica más etérea, incluso bailan. Y cada uno de esos insectos tiene nombre propio por el cual es llamado cu

Puntos de vista

En un ensayo incluido en Men of Letters (1927) Philip Guedalla divide la obra de Henry James en tres grandes "reinados": James I, James II y el Viejo Pretendiente. Los más fanáticos jacobitas sienten una predilección especial, casi morbosa, por el viejo pretendiente al trono, que correponde a su etapa creativa terminal, es decir la de sus novelas más largas y complejas, tales como Las alas de la paloma (1902), Los embajadores (1903) y La copa dorada (1904). Es aquí donde los expertos jamesianos hincan con más voracidad y delectación sus afilados dientes críticos, siguiendo el principio según el cual cuanto más alambicada y ambigua sea la obra, mejor para sus intereses académicos y eruditos. Un ejemplo: Ian Watt publicó un artículo entero tratando de desentrañar el primer párrafo de Los embajadores (reimpreso en James's The Amabassadors , ed. S.P. Rosenblaum, 1964). Una cosa es cierta: Henry James es uno de los grandes técnicos en narrativa de ficción. Se podría hac

Dinero y remordimientos

Lloyd Nolan. ¿Por qué vuelves a esta cacería? Stewart Granger: Por dinero. L.N.: Ese dinero te traerá remordimientos. S.G.: Remordimientos ya tengo. Lo que no tengo es dinero. ( La última cacería , de Richard Brooks, 1956. Guion de R. Brooks según la novela de Milton Lott).

Apreciaciones

Pedro Ugalde (1946-2013) en la biblioteca de su casa de Barcelona. Sabía que Pedro Ugalde salía mencionado en uno de los diarios de Gil de Biedma porque el mismo Ugalde me lo había comentado cuando la agencia Balcells le envió una copia del mismo por si tenía alguna objeción o reparo que hacer. Esto fue hace años, después de la muerte de Gil, pero la publicación del diario de marras no ha visto la luz hasta hace poco (Jaime Gil de Biedma, Diarios, 1956-1985 , Lumen, 2015. Edición de Andreu Jaume). Ugalde apaerece citado en el diario de 1978, como uno de los componentes de una velada en casa de Gil de Biedma, con cena incluida, entre los que también figuraban su compañero Josep Maderrn y José Luis Prieto ("el asturianíto alevín de poeta a quien conocimos el pasado septiembre"). Entre otras cosas escribe: "Ugalde es un espléndido poeta y, además, la encarnación misma de la imagen romántica del poeta, de un modo tan exacto  que bordea casi la irrealidad." Poco

Un poema de Guache

LA ÚLTIMA VEZ Huyó en plena noche. Debajo de la cama las termitas continuaron su labor. (Poema e ilustración de Ángel Guache, en: Presencias , Biblioteca Popular Asturiana/Galería Tassili, Oviedo, 1979)

Esgrima mortal

      -Entonces, según usted, ¿qué cualidades debe tener un buen esgrimidor?     -La frialdad, señor... y la seguridad en la victoria.     -¿Son esas... sus cualidades, marqués?     -Desde luego que sí... hay algo más, señor: hay que ser frío, inconmovible e implacable. Desdichadamente, los viejos combates ya no existen.     -¿Qué quiere usted decir?     -Que la vida del actual esgrimista no corre peligro alguno. No se inventaron los sables, las espadas y los floretes para jugar, señor Radcliffe, se inventaron para matar. Y cuando uno se encuentra ante un adversario que viene por la vida... ¡quitársela es el mejor premio que puede recibirse!     James se estremeció.     (Alex Simmons, ¡En guardia! , Ediciones Ceres, 1982)