Félix Ros (1912-1974) En el puente de esta noche que, sobre el río del tiempo, une la orilla de nieve de un año con la orilla en flor de otro, pedimos, San Silvestre, tu última mirada y tu esperanza última -la que durante tanto tiempo reservaste, y que ya creías no poder dar-, ahora que entras en lo eterno, a ser tu propia estatua, losa tu pecho de la propia tumba. Patrocina cuanto esperamos de esa minúscula vejez que nos cargarán los próximos doce meses. Concédenos en enero la experiencia del tronco ardiendo. En febrero, las mil palomas del almendro. En marzo, negocio santificado. En abril, lo que se cerró se vuelva a abrir. En mayo, un pensamiento puro y un buen caballo. En junio, el mar a punto. En julio, tres abanicos de plenilunio. En agosto, novia, viaje, despedida y retorno. En setiembre, vino y pastel de liebre. En octubre, concierto, paraninfo y mano que esculpe. En noviembre, el libro de siempre. En diciembre, familia y lecho caliente (...) Glorioso San Silvestre, cadáv