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Mostrando entradas de marzo, 2014

Montar un cocodrilo

Ilustración de Robert Gibbing, en Helen Waddell: Beasts and Saints (1934) Cuenta el excéntrico naturalista Charles Waterton en sus Wanderings in South America (1825) que en la selva de la Guayana se atrevió a montar un caimán. Al parecer, no fue el único en hacerlo. Helen Waddell recoge en Beasts and Saints ( 1934) un relato sacado de la Historia Lausiaca , de Paladio de Galacia, referente al abad Heleno, en el que viene un suceso similar. En efecto, estando en tierra egipcíaca, hubo Heleno de cruzar un río. Dijéronle unos monjes que era peligroso cruzarlo, pues en él habitaba una bestia, o sea un cocodrilo, que ya se había comido muchos hombres. Heleno no les hizo caso y se dispuso a cruzar el río ante el asombro de todos ellos. Llamó el abad al cocodrilo y este acudió obediente a la orilla. Subió Heleno a sus espaldas y con parsimonia le transportó hasta la orilla opuesta. Luego, descendió, y antes de partir se dirigió al cocodrilo diciéndole: "Mejor será que mueras a

Austin Wright

Austin Wright (1922-2003) Austin Wright se graduó en Geología por la Univesidad de Harvard en 1943. Poco después se alistó en el Ejército. Al finalizar la guerra optó por dar un giro a su vida. En vez de ejercer de geólogo se matriculó en la Universidad de Chicago para estudiar Lengua y Literatura Inglesa, doctorándose en  1959. Desde 1962 fue profesor de la Universidad de Cincinatti, y se especializó en relato corto, en la obra de Faulkner y en la teoría de la novela ( Formal Principle in the Nove l, 1982). Dentro de su obra de ficción (que empezó a escribir tardíamente, con más de cuarenta y cinco años) destacan seis novelas, de las que sin duda la más conocida, y probablemente la mejor, sea Tony and Susan (1993), publicada en castellano al año siguiente por Ediciones Destino. De hecho, Tony y Susan es una novela dentro de una novela. Susan Morrow recibe de su exmarido Edward, del que lleva separada veinte años, una copia de una novela que acaba de escribir para que le

Abrazo mortal

      Howard empujó las puertas del local y penetró como un huracán. El espectáculo que se ofreció a su contemplación era dantesco (...).     Dos hombres a los que reconoció al instante -Ward y Jackson- permanecían casi abrazados en el centro del espacio libre. Y el brazo izquierdo de Ward pasaba por encima de los hombros de Jackson, atrayéndolo, y también Jackson había hecho lo mismo con Ward. Daba la impresión de que los dos estaban unidos por un abrazo. Pero, en realidad, lo que les unía era la muerte.     La mano derecha de Ward empuñaba un cuchillo de caza que había clavado en el bajo vientre de Jackson y furiosamente tiró hacia arriba, abriéndole y rasgándole los pulmones.     También Jackson empuñanba un cuchillo y consiguió hundirlo en la carne de Ward, muy cerca del corazón, haciéndole aullar de dolor y matándole cuando la afilada hoja le alcanzó el corazón.     Los dos estaban muertos, pero se mantenían en pie, apoyados el uno en el otro.     El silencio era total...

La bruja global

Joan Amades i Gelats (1890-1959) En el libro El mal donat (Biblioteca de Tradicions Populars, Barcelona, 1935), del etnógrafo y folklorista Joan Amades, que trata del mundo de la magia y las supersticiones populares (meleficios, encantamientos, mal de ojo, ligaduras, etc), encuentro esta curiosa referencia, que traduzco del original catalán: "Hace unos quince años, andaba por las calles de Barcelona una vieja mendiga que sabía una famosa oración que tenía la propiedad de conjurar todo conflicto de carácter público, por grande que fuese. Para que el exorcismo tuviera eficacia era necesario saber el nombre del causante, condición indispensable, ya que el peso del recitado secaba y volvía calavera al autor de la desgracia, y mientras este se fundía y perdía grasa y vida, se iba calmando y apaciguándose el daño hecho por él. La vieja decía, con toda la buena fe, que había hecho acabar la guerra europea. Para que la oración tenga su efecto se ha de decir justo a medianoche; mie

Cosas robadas

Katherine Anne Porter (1890-1980) En ese momento sintió que le había sido robado un enorme número de cosas valiosas, materiales o intangibles: objetos perdidos o rotos por su culpa; objetos que había olvidado o dejado en las casas después de una mudanza; libros prestados y no devueltos; viajes que había planeado y no había hecho; palabras que había esperado oir y no había oído; y las palabras con que se proponía responder; alternativas amargas y sustitutos intolerables peores que nada pero ineludibles; el largo y paciente sufrimiento de la amistad moribunda y la oscura e inexplicable muerte de amor... Todo lo que ella había tenido y todo lo que había echado de menos se había perdido junto y se perdía doblemente en ese derrumbe de evocación de pérdidas. (Katherine Anne Porter, "El robo", en Cuentos completos . Traducción de Horacio Vázquez Rial. Debolsillo, 2009)  

Acerca de las hijas de Forcis

Aquello que cuentan sobre ellas es todavía más ridículo: que Forcis tenía tres hijas con un solo ojo y que cada una de ellas se servía de él alternativamente. La que lo empleaba, se lo ponía en la cabeza y de esta manera veía. Se pasaban el ojo por turno y todas veían. Un día llegó Perseo que, de puntillas, sutilmente y por detrás, les quitó el ojo y dijo que si no le contaban dónde estaba la Gorgona no se lo devolvería. Se lo dijeron, pues; él le cortó la cabeza, se la llevó a Serifos, la enseñó a Polidectes y lo dejó hecho piedra. Todo eso es todavía más ridículo: que un hombre vivo, al ver la cabeza de un muerto, quede petrificado. ¿Qué poderes tenía el muerto? (Versión castellana a partir de: Palèfat, Histories increïbles , Fundació Bernat Metge, Barcelona, 1975. Traducción del griego al catalán de Enric Roquet)     

Una nota desacorde

 Las luces de la sala se apagaron, dando paso a los reflectores de diversos coloridos, que volcaban sobre la pista una embriaguez de reflejos. Una salva de aplausos acogió a la escultural forma humana, que surgió como por ensalmo de encantamientos prendida de los hilos invisibles de la añoranza... y Deborah Warwick dejó escapar su voz cautivadora y atrayente, que cantaba con graciosa entonación las primeras estrofas de la canción:    Nothing in; nothing in,    Su cuerpo moldeaba materialmente a las palabras: "Mañana no hay trabajo, ¿mas que importa? ¿Es que esperas morir de inanición? No lo esperes, que el calor de mis caricias a tus labios darán vida y calor."   Nothing in; nothing in.    El ritmo de la danza crecía a cada instante. Los clientes estaban embebidos de las palabras y de los movimientos de Deborah, cuando algo imprevisto vino a llenar de confusión la sala. El resplandor de un fogonazo surgió en la oscuridad, mientras que el eco de un disparo puso una no

Más sobre "Diabolicón"

En el último número (54) de El Cuaderno viene una reseña de Diabolicón , debida a Javier García Rodríguez. 

Montaner

Joaquín Montaner, por Salvador Dalí Aunque nacido en Villanueva de la Serena, Joaquín Montaner (1892-1957) llevó a cabo su actividad literaria en Barcelona. Fue, sobre todo, poeta, ensayista y autor dramático. En esta última faceta estrenó varias obras teatrales, algunas de ellas interpretadas por Margarita Xirgu, y se ocupó de los autores clásicos del siglo de Oro y del romanticismo. Tradujo al castellano a Maragall, Carner y Josep Mª de Sagarra. Su novela de ambiente extremeño, Don Ramiro el Grande , obtuvo el premio Ciudad de Barcelona en 1951. Uno de sus poemarios, Meditaciones líricas , impreso en Barcelona en 1918 en las prestigiosas prensas de Oliva de Vilanova, incluye poemas elegíacos (dedicados a la muerte de su hermano pequeño), intimistas y religiosos. El último poema del libro, sin embargo, contrasta con el tono poético general y resulta un tanto sorprendente. Lleva por título "A la exaltación del pueblo ruso", y estos son algunos fragmentos del mismo: