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Mostrando entradas de mayo, 2008

Comienza la feria

Se ha inaugurado la 67ª edición de la Feria del Libro de Madrid. Libreros y editores se frotan las manos. Los escritores exhiben músculo y calientan motores. Paulo Coelho declara: "Si hubiese tenido críticas positivas no hubiera vendido cien millones de ejemplares". Ruiz Zafón, por su parte, sentencia: "Aquí (se entiende que en España) la literatura es un gueto de mediocridad y pretensión". Vale. Que no decaiga la fiesta. Presiento que nos lo vamos a pasar bien estos días.

Exposición Rodoreda

La exposición Mercè Rodoreda. La muerte de la inocencia , que estos días puede verse en el Palau Robert de Barcelona con motivo del centenario de su nacimiento, es muy recomendable. La muestra no es una acumulación de objetos (primeras ediciones, pertenencias personales, cartas, fotos, etc.), sino que pone el énfasis en la materia prima con la que trabaja el escritor: la palabra. La exposición se centra en cuatro de sus obras más conocidas: La plaza del Diamante , La muerte y la primavera , Espejo roto y Cuánta, cuánta guerra . Cada uno de estos mundos erigidos con palabras es contextualizado y “escenificado”: el laberinto, el bosque, la casa de muñecas y el camino recrean la atmósfera que emana de cada una de estas novelas. Uno sale de la exposición entendiendo mejor cómo funciona la escritura de Rodoreda, y cómo es su depurada y emotiva prosa. He aquí, a modo de ejemplo, un pequeño fragmento sacado de La muerte y la primavera (1986, pero escrita en 1961), en la traducción de Enrique

Los amantes del terremoto

En la tarde del 21 de marzo de 1829 un fuerte sismo se hizo sentir en Torrevieja y alrededores. Hubo mucha ruina. Varias localidades alicantinas y murcianas –Guardamar, Almoradí, Rojales, Orihuela…- quedaron asoladas, con más de 3000 casas destruidas. Una primera evaluación oficial de víctimas, hecha por el ingeniero de caminos José Agustín de Larramendi, dio 389 muertos y 375 heridos. El hecho tuvo repercusión en toda España y, a consecuencia de ello, proliferaron los escritos, tanto periodísticos como literarios, alusivos a la catástrofe. Entre ellos destaca el poema (silva) “A los terremotos ocurridos en España en 1829” , que escribiera un joven Mariano José de Larra. En cuanto a la narrativa, el sismo de Torrevieja nos ha dejado una novela titulada Los terremotos de Orihuela, o Henrique y Florentina: Historia trágica , impresa en Valencia, por Cabrerizo, en 1829. La obra apareció anónima, pero su autor era el escritor Estanislao de Kotska Vayo (1804-1864), quien dos años más tarde

Valero de Urría

Hoy hace cien años moría don Rafael Zamora y Pérez de Urría, marqués de Valero de Urría. Hombre polifacético, el marqués fue un personaje de lo más singular en la levítica Oviedo de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Había nacido en París, en 1861, y siempre conservó una querencia por lo francés. Fue escritor, traductor, colaborador de la prensa local, compositor de música, primer presidente de la Sociedad Filarmónica de Oviedo, conferenciante en los programas de Extensión Universitaria y director de la Escuela de Artes y Oficios. Solía ir atildado y vestido como un dandy, y en las tertulias se hacía notar. Según cuenta Ignacio Gracia Noriega, era fama que el marqués se cepillaba una botella de coñac todas las tardes y se quedaba tan fresco, lo que hizo exclamar, admirándose, al prócer don Policarpo Herrero: “¡Qué barbaridad! ¡Con lo caro que está el coñac!” De entre su escasa obra literaria destaca un curiosísimo libro de relatos, de “peregrino humor” (Azorín dixit ), publi

El magalosauro de Dickens

En el primer párrafo de la novela Casa desolada ( Bleak House , 1852-53), Charles Dickens nos presenta un Londres intransitable y fantasmagórico, con una sorprendente alusión paleontológica: “Implacable tiempo de noviembre. Tanto barro en las calles como si las aguas acabaran de retirarse momentos antes de la faz de la Tierra , y no sería de extrañar encontrarse con un Megalosaurus de más o menos doce metros de largo, marchando pesadamente, como un lagarto elefantino, en dirección a Holborn Hill” En una reciente edición anotada de esta novela (Valdemar, 2008), hay nota aclaratoria para Holborn Hill, pero no para Megalosaurus; tal vez en la creencia de que el lector de hoy en día ya sabe qué cosa es un megalosauro. La primera noticia escrita del Megalosaurus (“lagarto grande”) la dio en 1822 un médico llamado James Parkinson, quien habría de ser recordado por la enfermedad que lleva su nombre. Parkinson analizó un gran diente fósil encontrado en Stonesfield, llegando a la conclusión

Americanos en París

"Estoy convencido de que de no haber sido bueno el tiempo reinante durante el mes de mayo, la revolución no se hubiera podido hacer. Quizás se hubiera reducido a unas cuantas escaramuzas. La lluvia y el frío suelen atenuar los ánimos revolucionarios más que ninguna otra cosa. Sé que esto podrá resultar cínico, pero yo creo que es verdad. La Policía de París también compartía mi opinión. Tengo entendido que los oficiales de la Prefectura se reunían todos los días para estar al corriente de los boletines meteorológicos." Quien así habla es el periodista Jack Hartley, narrador de la novela El alegre mes de mayo (1971), de James Jones. Jones fue uno de los escritores norteamericanos que, a poco de suceder los hechos de mayo de 1968, decidió novelarlos. (Otros fueron Jill Neville, con The Love-Germ , y Frank Yerby, residente en España, que en 1970 publicó Speak now , aquí traducida como Mayo fue el fin del mundo ). Jones residía entonces en París, en el Quartier Latin, y fue test

La fama es un fastidio

Después de haberse mostrado "encantada" de recibir el premio Nobel de Literatura, Doris Lessing dice ahora que haberlo ganado ha sido un "maldito desastre"; que solo hace que conceder entrevistas y pasar el tiempo en sesiones de fotos, y que se ha gastado casi toda la cuantía económica del premio en sus hijos, nietos y demás familia. La fama agobia, casi tanto como la familia.

De Palmira a Olot

Constantin-François de Chasseboeuf, conde de Volney (1757-1820), fue un digno representante del espíritu de la ilustración. Político, viajero, historiador y lingüista, su obra más célebre es Las Ruinas, o meditaciones sobre las revoluciones de los imperios (1787), más conocida por Las ruinas de Palmira . Al principio fue partidario de la Revolución, pero después de pasar diez meses en la cárcel durante el Terror, optó en 1795 por emigrar a Estados Unidos. Durante tres años Volney se dedicó a recorrer el este de la antigua colonia inglesa, adentrándose hasta Detroit, Cincinatti y Louisvillle, y recogiendo datos de todo tipo. Acusado de espía, hubo de precipitar su marcha a Francia. Una vez en su país, publicó el resultado de sus correrías americanas en una obra en dos tomos titulada Tableau du climat et du sol des États-Unis d’Amérique (1803). Aunque Volney no era naturalista, estaba al día en publicaciones sobre geología. En dicho libro habla de los distintos terrenos, y divide el país

Dos poemas de Vicent Andrés Estellés

Hay el arado, amarillento, con un amarillo de hueso y hay el cráneo del asno entre la broza tierna y hay una lejanía de sábanas secándose: hay una barca en la arena, hay otras cosas, Françoise. Hay huellas también, espaciadas y graves, hay la señal de unas nalgas alegres y pequeñas, y la soledad, Françoise, más soledad todavía. Hay también la cama metálica, hay la habitación por horas, hay la virgen con unos ojos grandes por el pánico, y desnuda, en un rincón, viendo avanzar al hombre: hay la virtud, Françoise, y la virginidad, y el invierno, en la playa, y hay los cristales, sucios, y hay las sábanas grasientas, rasgadas con las uñas, y hay los barcos, Françoise, con nombres prestigiosos, en el agua lenta y triste y oleaginosa del puerto. Hay dos barcos daneses cargando mandarina. Voy haciendo el triste catálogo, mi nocturno catálogo de estupros, de adulterios, de violaciones, entre el crujir de las camas y el crujir de los ataúdes, la agitación de la pluma sobre el papel gordísimo, y

Vesubio

Los romanos sabían que el monte Vesubio había arrojado fuego en otro tiempo, pero cuando aconteció la erupción el 24 de agosto del año 79 nadie se acordaba de ello. Plinio el Joven, en carta dirigida al historiador Tácito, hizo un relato fidedigno de aquella catástrofe que sepultó Pompeya y Herculano y en la cual pereció, en aras de la curiosidad científica, su tío Plinio el Viejo. En 1779 volvió a estallar el Vesubio. Ocurrió de noche, y un gran río de lava de 1.500 pies de anchura y 14 de altura recorrió tres millas y media hasta dar en el mar. Sir William Hamilton, enviado plenipotenciario británico ante la Corte de Nápoles, fletó una barca y se hizo llevar cerca del ígneo muro. “A 300 pasos a la redonda, dice, la lava hacía humear y hervir el agua, y hasta dos millas más allá, perecieron todos los peces.” William Hamilton (1730-1803) era un hombre ilustrado, anticuario, naturalista diletante y coleccionista empedernido. Fruto de su pasión por los volcanes es su libro Campi Phlegr

Houghton

Cuenta Henry Miller en Los libros de mi vida que, estando en Francia, conoció a dos personas que le hablaron muy elogiosamente de un escritor inglés llamado Claude Houghton. Puede que a muchos lectores actuales el nombre de Houghton no les diga absolutamente nada. No es de extrañar si tenemos en cuenta que sus obras solo se encuentran hoy en día en las librerías de lance. Sin embargo, Houghton fue a finales de los años treinta un novelista apreciado por la crítica y favorecido por el público. En España sus obras llegaron en los años cuarenta y fueron un éxito. Un crítico de la época, Darío Fernández Flórez, poco dado al incienso, vio en él “la llama del mejor genio novelístico inglés”. Soy Jonathan Scrivener se titula una de las primera novelas que le dieron fama. A esta seguirían otras: Julian Grant pierde el camino , El caos ha vuelto , El espesor de un cabello … Hudson renace -cuya traducción castellana, de Juan G. de Luaces, data de 1945- es una de sus mejores obras. Henry Mi