El gran terremoto
La primera señal que el terremoto de Cascadia ha comenzado será una onda compresional que se propagará hacia afuera desde la falla. Las ondas compresionales son ondas de alta frecuencia que se desplazan a gran velocidad; los perros y otros animales pueden oírlas, pero los humanos solo las experimentamos como una sacudida repentina. No producen un gran daño pero pueden ser muy útiles, porque viajan lo bastante rápido como para que los sensores las detecten entre treinta y noventa segundos antes que otras ondas, un margen de tiempo suficiente para que los sistemas de alerta temprana de terremotos, como los que se utilizan en Japón, pongan en marcha de forma automática una serie de medidas que salvan vidas: la suspensión del tráfico ferroviario y el cese de actividad en las plantas de energía, la apertura de puertas de los ascensores y de los parques de bomberos, el aviso a hospitales para interrumpir las operaciones quirúrgicas y la activación de alertas para que la ciudadanía busque refugio. El Noroeste del Pacífico no cuenta con un sistema de alerta temprana. En lugar de eso, cuando comience el terremoto de Cascadia se oirá una cacofonía de ladridos de perros y notaremos un instante de suspensión prolongado en el que pensaremos: "¿qué ha sido eso?" antes de que lleguen las ondas superficiales. Las ondas superficiales son ondas de baja frecuencia, más lentas, que mueven el suelo tanto vertical como lateralmente: es entonces cuando la sacudida comienza de verdad.
(Kathryn Schulz, El gran terremoto. Traducción de Teresa Bailach Arrate, Libros del Asteroide, 2025).

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