El edadismo, según parece, no es un mal exclusivo del siglo XXI y ya comenzaba a presentar sus credenciales a mediados del siglo pasado. Alguien debería darse una vuelta por las playas de Benidorm a las 7 de las mañana cuando se organizan los viajes del IMSERSO para comprobar in situ el entusiasmo con el que algunos jubilados realizan su gimnasia matutina o resulta difícil seguirles el ritmo cuando bailan sin descanso al ritmo de la orquesta del hotel al final del día. A mí me parecen dos sanas muestras de vitalidad, probablemente conducidas y organizadas pero en ningún caso forzadas que dejarían en muy mal lugar a algunos jóvenes de nuestro tiempo. Sea como fuere, poco se puede esperar de una época en la que la imaginación ha sido convenientemente atrofiada por una vida totalitaria que ha terminado por desecar en la práctica, internamente al individuo, tenga éste 20 u 80 años. Escucho propuestas, por tanto, para dar forma a un futuro Ministerio del Ocio que marque un antes y un después, en un mundo que, en lo cultural, parece condenado al bostezo y al pensamiento lúgubre y acabe de una vez por todas con el rol abstracto y contemplativo, impuesto a todos.
'No nos dejemos engañar por la brevedad de la vida del individuo. Cada uno de nosotros tiene la edad de todo el reino biológico' (J. G. Ballard, El mundo sumergido). De jóvenes creíamos que para divertirse había que moverse mucho, beber mucho y hacer tal o cual bobada. Ahora podemos divertirnos más fácilmente, nos basta con observar.
El edadismo, según parece, no es un mal exclusivo del siglo XXI y ya comenzaba a presentar sus credenciales a mediados del siglo pasado. Alguien debería darse una vuelta por las playas de Benidorm a las 7 de las mañana cuando se organizan los viajes del IMSERSO para comprobar in situ el entusiasmo con el que algunos jubilados realizan su gimnasia matutina o resulta difícil seguirles el ritmo cuando bailan sin descanso al ritmo de la orquesta del hotel al final del día. A mí me parecen dos sanas muestras de vitalidad, probablemente conducidas y organizadas pero en ningún caso forzadas que dejarían en muy mal lugar a algunos jóvenes de nuestro tiempo. Sea como fuere, poco se puede esperar de una época en la que la imaginación ha sido convenientemente atrofiada por una vida totalitaria que ha terminado por desecar en la práctica, internamente al individuo, tenga éste 20 u 80 años.
ResponderEliminarEscucho propuestas, por tanto, para dar forma a un futuro Ministerio del Ocio que marque un antes y un después, en un mundo que, en lo cultural, parece condenado al bostezo y al pensamiento lúgubre y acabe de una vez por todas con el rol abstracto y contemplativo, impuesto a todos.
Me apunto a la idea del Ministerio del Ocio.
Eliminar'No nos dejemos engañar por la brevedad de la vida del individuo. Cada uno de nosotros tiene la edad de todo el reino biológico' (J. G. Ballard, El mundo sumergido).
ResponderEliminarDe jóvenes creíamos que para divertirse había que moverse mucho, beber mucho y hacer tal o cual bobada. Ahora podemos divertirnos más fácilmente, nos basta con observar.
Observar, desde luego, es más cómodo.
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