El encuentro de Joyce con Proust
En el sugerente libro de ensayos Una cita con Borges (Renacimiento, 2ª ed., 2023) de José María Conget, dentro de la sección "Clásicos del siglo pasado", se hace referencia al único encuentro que mantuvieron James Joyce y Marcel Proust. Tuvo lugar en París el 18 de mayo de 1922, en el Hotel Majestic, con ocasión de una fiesta de homenaje a Stravinsky y Diaghilev. Joyce hacía cuatro meses que había publicado su Ulises,y Proust moriría al cabo de seis.
Escribe Conget:
"Cinco versiones nos han llegado de este encuentro, cuatro de ellas proceden de Joyce en momentos distintos de su vida y a diferentes interlocutores; la quinta la recoge Richard Ellmann en su monumental biografia del irlandés y, sin desmentir las anteriores, las prolonga en un epílogo donde el gesto de desdén cambia de rostro. Un octogenario Arthur Power rememora en sus Conversations with James Joyce que éste redujo su trato con Proust al siguiente diálogo: "¿Le gustan a usted las trufas?", preguntó el francés. "Sí, me gustan mucho", respondió el autor de Dublineses. Y luego cada uno se fue a su casa. Para Frank Budgen, confidente de Joyce durante mucho tiempo y autor en 1930 del indispensable James Joyce and the making of Ulysses, el intercambio de palabras fue un poco más largo y consistió en la indagación de Proust en busca de un conocido común y los monosilábicos y repetidos "no" de Joyce; de acuerdo al mismo autor la anfitriona les interrumpió para preguntarles si habían leído las obras respectivas y ambos contestaron también negativamente (en una carta anterior a Budgen, Joyce comenta que había recorrido unas cuantas páginas del Temps perdu en las que no había percibido talento alguno). Otro paisano de Joyce, Padraic Colum, habló con él del famoso encuentro unos ocho años más tarde y recuperó la conversación en la obra de 1958 Our friend James Joyce, esta versión refuerza la anterior: "Señor Joyce, conocerá usted a la Princesa Fulana, "no señor". "Tal vez, entonces, a la Condesa Mengana", "no señor". "¿Y a la Señora Merengana?", "no señor". Muy distinta es la evocación del poeta William Carlos Williams que viajó a Europa en 1924, charló con Joyce en diversas ocasiones y en sus Selected Essays de 1934 aseguraba que la amena charla entre los ilustres se limitó a un intercambio de achaques: a Proust le dolía la cabeza y Joyce se quejó de problemas digestivos."
Fuera cómo fuera el histórico encuentro, lo cierto parece ser que los dos novelistas de mayor peso en el siglo XX (con permiso de Kafka, como apunta Conget) no tenían nada que decirse.
Cabe preguntarse sin embargo cuál hubiera sido el resultado si en lugar encontrarse en un evento de alto copete en el hotel Majestic de Paris la reunión hubiese tenido lugar en la relativa intimidad de un salón parisino de los que a Proust le gustaba frecuentar o en el pub Davy Byrnes donde Joyce solía repostar. Aunque suene apestosamente conductista, parece un hecho que el individuo se ve condicionado a tal punto por el contexto en el que se desenvuelve y desarrolla que su genética y bagaje vital terminan pasando siempre a un segundo plano. Por ello, me atrevo a aventurar que en unas condiciones más favorables sin las rigideces propias de la situación (un encuentro fortuito, probablemente abrupto y quizá no deseado por ninguno de los dos) el diálogo hubiera sido mucho más fecundo.
ResponderEliminarPor otro lado, nadie ha considerado la posibilidad de que existiera una mínima barrera idiomática? Finalmente; me maravilla comprobar cómo pueden surgir hasta tres versiones diferentes acerca de un hecho aislado, sea éste un encuentro histórico o una reunión de la comunidad de vecinos.
Efectivamente, cadún parlla de la feria según -y va nella.
Cabe considerar que ninguna de las versiones que han quedado sea la cierta. Entonces, sigue el encuentro abierto a todo tipo de especulaciones.
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