Extraña luz verde
Una joven de extraordinaria belleza seguía al robot mansamente.
Gardner se quedó como el que ve visiones.
Aquella, después de Peter, era la primera criatura humana que veía desde su regreso a la Tierra. Afortunadamente no se dejó arrastrar por el placer de una simple contemplación estética.
Todos sus sentidos estaban bien despiertos y no tardó en percatarse de que aquella pobre muchacha caminaba obedientemente, porque estaba en estado hipnótico.
Sus bellos ojos marrones no se separaban de la luz verde que el robot llevaba en la nuca y que parpadeaba constantemente, con una insistencia que llegó hacer mal al propio Gardner.
¡Un robot hipnotizador!
(Law Space, La nueva humanidad. Bruguera, 1984).
Como ya afirmara Jaime Semprún, hablar del mundo actual como de un cadáver en descomposición no es un fácil recurso teórico. Que en un futuro no muy lejano sea la máquina la que tome los mandos no es, a día de hoy, algo descabellado vista la actual indolencia humana y su reiterada inconsciencia y falta de acuerdo cuando se trata de abordar asuntos que incumben al conjunto de la especie. El propio Einstein renegó de haber dado su consentimiento para la fabricación de la bomba atómica y, un poco más cerca en el tiempo y en el espacio, Miquel Amorós nos advierte acerca de la falta de neutralidad de los adelantos técnicos y cómo éstos pueden llegar a devastar una sociedad hasta el punto de dejarla irreconocible. Iremos camino a la perdición de la mano de hybris industrial, y no va a haber un Gardner que nos avise, cuando ya sea demasiado tarde.
ResponderEliminarEsperemos que solo se trate de ciencia-ficción...
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