Un poema de Roy Fuller
ENERO 1940
Swift sentía punzadas en la cabeza.
Johnson, agonizando en su cama,
se sangró él mismo la hidropesía.
Blake vio una pulga y un elfo.
Tennyson podía oir el chillido
de un murciélago. Pope era un engendro.
Emiliy Dickinson se encerró en su casa una década.
El agua hinchó el vientre de Hart Crane, y de Shelley.
Coleridge era un drogata.
Southwell murió en la horca.
Byron tenía un pie blanco redondo.
Smart y Cowper fueron internados.
Lawrence era un pelmazo.
Keats era casi un enano.
Donne, vivo en su mortaja,
Shakespeare, enrollado en una nube,
vieron venir muy bien la muerte
como un cangrejo, oscura y compacta.
Envidio no solo sus talentos
y la fértil falta de equilibrio
sino también la apariencia de elección
en sus tristes y fatídicas voces.
(Roy Fuller, 1912-1991. Collected Poems, 1936-1961. Andre Deutsch, 1962. Traducción: J.O.)
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