Una historia de la literatura (I)



Hace unos días leyendo un ensayo sobre Victor Hugo advertí una frase, atribuída a Jean Cocteau, que decía: "Victor Hugo era un loco que se creía Victor Hugo". Justo entonces recordé que esta misma frase la había leído yo hacía muchos años en un manual de literatura cuando estudiaba el bachillerato. Busqué entre los libros de texto que aún conservo de mi época de colegial y, efectivamente, allí estaba. En la página 313 de Historia de la Literatura por Edelvives (Editorial Luis Vives, Zaragoza, 1958), al hablar del novelista francés se alude a su "gran vanidad" y se cita la frase de Cocteau, aunque sin mencionar su autoría.
Aproveché la búsqueda para hojear el libro y, casi sin darme cuenta, me vi repasando de principio a fin sus 430 páginas, desde el capítulo I (Literaturas antiguas orientales) al XLIII (Poesía actual en España). Dudo que haya hoy en día un texto escolar de enseñanza media que abarque una tan amplia perspectiva literaria temporal y geográfica. Están casi todos los escritores que tienen que estar en una historia de la literatura universal; aunque, eso sí, sus valoraciones se atienen a lo requerido en una época (la franquista) y a un tipo de enseñanza (religiosa) determinadas. Más que la adscripción política de los escritores, lo que más parece importar al redactor o redactores de Edelvives, a la hora de enjuiciar sus obras, es su posición ante la Iglesia y su comportamiento digamos "moral". En consecuencia, los peores dictámenes se los llevan los ateos, los anticlericales, los heréticos... y los de vida descarriada y disoluta en general.
Sin embargo, esta Historia de la Literatura contiene algunos matices u observaciones un tanto llamativas. Por ejemplo, es previsible que a José María de Pereda se le dedique más espacio que a Pérez Galdós, pero no tanto que se diga que La Regenta de Clarín (censuradísima por la Iglesia) "posee calidades literarias de mérito"; o incluso es esperable que a José María Pemán se le concedan nueve líneas, pero no que a García Lorca ("una de las figuras más sobresalientes de nuestra literatura contemporánea") se le dediquen veintitrés (sin contar un fragmento del "Romance de la pena negra").
Dignas de señalar son también algunas de las sinopsis que jalonan el libro y que describen los rasgos de un período o escuela literaria. Así, al referirse a los caracteres más genuinos de la literatura clásica castellana se señalan: "El espíritu religioso, el realismo, la persistencia de la poesía épica, la tendencia moralizante y el espíritu satírico." No se puede sintetizar mejor en menos palabras. En otros casos, se busca el apoyo de críticos de nombradía en apoyo a determinadas opiniones: "Para Cejador, el siglo XVIII fue el más triste que encierra nuestra historia, y su literatura, en consecuencia, la más fea y extranjeriza". Lo que, dicho así y aunque solo sea por mera comprobación, te entran de súbito unas ganas enormes de adentrarse en ella. Es lo que yo llamo el interés a la contra o efecto Menéndez Pelayo: Por lo general, cuanto más empeño pone el gran polígrafo cántabro en denostar a un autor, más interesante lo convierte de cara al lector.

Comentarios

(2)
  1. Que suerte. Envidia (sana por supuesto) y ganas de ponerme yo a revisar mis libros del instituto, que tengo algunos guardados por ahí. Un abrazo.

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  2. He seleccionado, para próximas entradas, algunas citas textuales del libro que creo te van a gustar. Un abrazo.

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