La última libélula del verano



Durante un momento nada se movió en aquella tranquila área de la opulencia.
Luego un díscolo insecto con dos pares de alas en su cuerpo de aguja, inició la travesía del lago. En el centro de él, se detuvo sobre el único nadador, cuyo gorro blanco se veía sobre la línea del agua.
Al ver que el insecto se dirigía hacia la costa, el rostro de Marta Selfron se nubló y dijo con pena:
-¡Maldición, es la última libélula del verano!

(Tom Stone, Ambos lo sabían. Ediciones Malinca, Buenos Aires, 1956).

Comentarios

(2)
  1. Desde luego, Marta Selfron tenía muy buen ojo para las libélulas.

    Saludos

    ResponderEliminar
  2. Y no solo para las libélulas...
    Saludos.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario