Metales-prodigio
Con el Escorpión Azul, prototipo de avión, o mejor dicho, de nave sideral, habían quedado plenamente resueltos la mayoría de los problemas que la ciencia, desde el siglo XX, tenía planteados (...) La era atómica había llegado a ser, por precisión, la era de los metales-prodigio, y del titanio y el kentanium se había pasado al zirconio, descubierto a fines del siglo XVIII, pero cuya utilidad no se había llegado a ver hasta mediado el siglo XX. El zirconio, con su capacidad para soportar las terribles temperaturas que necesariamente se deberían desarrollar en las cámaras de combustión de las aeronaves siderales que hubiesen de vencer la gravedad de la Tierra, había sido la primera conquista, ya que el metal, en una aleación con el bórax llegaba a resistir temperaturas de hasta 6.000 grados centígrados. pero se había llegado más lejos al lograr el zirconio-G, capaz de resistir temperaturas de 10.000 grados centígrados y con ello, el combustible hidrazina, de alto poder energético, pero insuficiente para lograr arrancar navíos de gran peso de la gravedad de la Tierra, había podido ser sustituido por la energía atómica.
(Alf. Regaldie, Piratas del espacio, Editorial Valenciana, 1956)
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