Literatura de ceño fruncido

En las novelas del siglo XVIII los personajes, tanto hombres como mujeres, suelen ser de lágrima fácil y los lloros a moco tendido, frecuentes (el pañuelo es aquí prenda imprescindible).
En la novela decimonónica, en cambio, son los sofocos, vahídos y desmayos (que rápidamente se alivian gracias al socorrido frasco de las sales) los que abundan, sobre todo entre las protagonistas femeninas, sean damas o damiselas. También se ruborizan con facilidad y dan respingos y hacen mohínes.
¿Y en la novela del siglo XX, qué les pasa a los personajes?
Pues pasa que casi todo el mundo, en un momento u otro, "frunce el ceño".
Hay que ver la de veces que los personajes en las novelas contemporáneas arrugan el entrecejo. Eso si no les da por "enarcar las cejas".
Total, que se pasan el tiempo haciendo visajes.
   

Comentarios

(3)
  1. Sí, está en lo cierto y los efectos colaterales de empeñarse en dotar a tal gesto de universal representación de la emoción, sea la que fuere, son devastadores. No hay más que fijarse en la abundancia de arrugas en la frente, sobre todo las mujeres que, al fin, somos las que más leemos. Algún día los escritores deberán de asumir su culpabilidad en la creación de esas horrendas arrugas verticales del entrecejo.
    Confío en que no se ponga de moda la frase leída en una novela del XXI: apretó los dientes y guiñó los ojos, luego sonrió con sarcasmo antes de salir por la puerta. ¿Se imagina el estropicio estético si esa frase triunfa? Un horror.

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  2. Es evidente que hay una tendencia a dejarse llevar por los clichés más manidos. Seguramente por pereza mental a la hora de escribir.
    Saludos.

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