Hágalo usted mismo
Cuano era niño una de las revistas que más me gustaba hojear era Mecánica Popular, una revista americana de bricolaje "escrita para que usted la entienda". Como yo era bastante torpe en asuntos de manualidades, me maravillaba con lo que uno podía fabricarse con solo unas cuantas herramientas y los componentes adecuados: desde un simple abrelatas a una casa entera, como las que veíamos en las películas de Hollywood.
Luego estaban los anuncios. Había uno en el que un macizo Charles Atlas, "el alfeñique de 44 kilos que se convirtió en el Hombre Más Perfectamente Desarrollado del Mundo" ofrecía su experiencia para que "usted también pueda ser este Hombre Nuevo". Impactaba lo suyo.
Pero el anuncio que más me intrigaba era el de los Rosacruces. En él aparecían los retratos de tres grandes sabios de la humanidad: Descartes, Franklin y Newton y preguntaban: "¿Cuál era el secreto poder que poseían? ¿Por qué fueron tan notables estos hombres?" La respuesta estaba en la letra pequeña, donde se aseguraba que todos ellos eran rosacruces. ¿Y cómo se hacía uno rosacruz? Pues muy sencillo, se escribía a una dirección de San José, California, y se recibía el libro El dominio de la vida, "que explica de qué manera puedes aprender a usar las facultades y poderes de la mente."
Confieso que en algun momento estuve tentado de escribir a los Rosacruces, pero al final no lo hice. Tampoco me atreví a convertirme en un tipo escultural como Atlas. Así que me quedé con la duda de si podía haber sido un genio o un tipo potente. Tampoco conseguí ser un manitas.
Luego estaban los anuncios. Había uno en el que un macizo Charles Atlas, "el alfeñique de 44 kilos que se convirtió en el Hombre Más Perfectamente Desarrollado del Mundo" ofrecía su experiencia para que "usted también pueda ser este Hombre Nuevo". Impactaba lo suyo.
Pero el anuncio que más me intrigaba era el de los Rosacruces. En él aparecían los retratos de tres grandes sabios de la humanidad: Descartes, Franklin y Newton y preguntaban: "¿Cuál era el secreto poder que poseían? ¿Por qué fueron tan notables estos hombres?" La respuesta estaba en la letra pequeña, donde se aseguraba que todos ellos eran rosacruces. ¿Y cómo se hacía uno rosacruz? Pues muy sencillo, se escribía a una dirección de San José, California, y se recibía el libro El dominio de la vida, "que explica de qué manera puedes aprender a usar las facultades y poderes de la mente."
Confieso que en algun momento estuve tentado de escribir a los Rosacruces, pero al final no lo hice. Tampoco me atreví a convertirme en un tipo escultural como Atlas. Así que me quedé con la duda de si podía haber sido un genio o un tipo potente. Tampoco conseguí ser un manitas.
EL MALOGRADO
ResponderEliminarLo supo todo el tiempo : en esta vida
casi nada se logra con trabajo,
casi todo depende de la suerte.
Lo supo todo el tiempo y por lo tanto
no trató ni siquiera de intentarlo.
No trató como tantos de engañarse
apelando al esfuerzo, al justo premio
que los dioses otorgan a los justos
y a los perseverantes. Supo siempre
que la gloria no es más que una ramera
y la fama una infame proxeneta.
Su mediana fortuna le bastó
para vivir sin prodigar lisonjas
ni depender de nadie. Sus talentos
el prefirió enterrarlos. Mantenerse
al margen de los otros que compiten
como afanosas hienas deseó.
Nadie supo quién era y mucho menos
lo que pudo haber sido : Adolfo Hitler
o San Juan de la Cruz ,Manson o Ghandi.
Nadie podrá saberlo y nadie nunca
le podrá agradecer que no empeñara
su talento y su vida en descubrirlo.
J. Fernández de la Sota.
Algunos ni siquiera dudaron si escribir o no a San José , California, por el libro mágico.
No hace tanto de eso porque yo, que soy un poquito más joven que tú, recuerdo perfectamente esos anuncios. O a lo mejor somos los dos muy viejos.
ResponderEliminarPero me acuerdo del anuncio de Atlas. El que yo vi era muy elaborado, era un cómic. Salía un tipo enclenque (aunque acompañado por una tía que estaba muy buena) al que le echaba arena en la playa un macizo que jugaba a la pelota. El enclenque protestaba débilmente y su novia guapa le decía: "No digas nada, flaquito". Luego salía el flaquito entrenándose con el método atlas y a las dos viñetas estaba como Maciste de cachas. La última viñeta era el ex-enclenque atizándole al cachas de la primera viñeta y diciéndole: "Así aprendera Vd. modales". Fantástico.
Había también uno de unas gafas de rayos X con las que se suponía podías ver a través de objetos sólidos. Los primeros que conocí eran muy inocentes y salía un tipo mirándose la mano y viendo sus propias falanges. Luego ya era un tipo mirando a una mujer y viéndola en ropa interior. Ahora supongo que la verá directamente desnuda.
Perdón por el rollo y gracias por recordarnos aquellos mundos. (¿Y aquel que eran unos bichos que si los ponías en agua surgía en tu pecera toda una civilización de seres acuáticos?).
Un abrazo:
JLP
Nos estamos haciendo viejos... ja ja ja, porque estos recuerdos que traéis son los míos también... También yo recuerdo lo que relata tan bien JLP . El resultado, leído como cosa ajena, suena a batallitas de las de los abuelos... Me habéis puesto una sonrisa para empezar el día. Gracias y un abrazo.
ResponderEliminarNo sé si nos estamos haciendo viejos (puede que sí), pero es verdad que hace ya demasiado tiempo de muchas cosas. No obstante, mirar al pasado, de vez en cuando, no es malo, incluso puede ser divertido.
ResponderEliminarGracias a todos por vuestras aportaciones.