El poeta como arquitecto
En la novela El retorn de Voltaire, premio Josep Pla 2007, su autor, Martí Domínguez, escribe en un momento dado:
Pensó en Boileau, que cuando fue a cobrar la pensión concedida por Luis XIV por "la satisfacción que nos han dado sus obras", el encargado del tesoro real le preguntó, curioso, de qué clase de obras se trataba. "Obras de construcción. Soy arquitecto", le contestó. Aquella construcción del idioma, unida a la fuerza de las ideas, había sido su arma más potente. Un poeta es un arquitecto de la lengua."
(Y Joan Margarit, podríamos decir, lo es por partida doble).
Pensó en Boileau, que cuando fue a cobrar la pensión concedida por Luis XIV por "la satisfacción que nos han dado sus obras", el encargado del tesoro real le preguntó, curioso, de qué clase de obras se trataba. "Obras de construcción. Soy arquitecto", le contestó. Aquella construcción del idioma, unida a la fuerza de las ideas, había sido su arma más potente. Un poeta es un arquitecto de la lengua."
(Y Joan Margarit, podríamos decir, lo es por partida doble).
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