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Correciones

 

 

Roald Dahl (1916-1990)

 

Finalmente, parece ser que la editorial británica Puffin, división infantil de Penguin Random House publicará los libros de Roald Dahl en dos versiones: una que mantendrá el original, sin cambios, tal como fueron concebidos y escritos por el autor galés; y otra inclusiva y libre de palabras y expresiones  inapropiadas (según ellos). Más allá de la polvareda levantada por todo este lamentable asunto (que en el fondo no deja de ser, para los propietarios del grupo editorial, una excelente campaña de marketing), y cuya solución a medias pretende quedar bien con unos y con otros, lo que permanece es un episodio más de la absurda censura que viene ejerciendo sobre las obras literarias ese colectivo de fanáticos guardianes y vigilantes de lo políticamente correcto.

Lo peor, sin embargo, no es ese estúpido afán de blanqueamiento, de supresión de palabras como "feo" o "gordo", por si algunos se sienten ofendidos; lo peor es que se atreven incluso a manipular frases del texto. Por ejemplo, en Matilda, Dahl nos habla de una niña que navega en viejos veleros leyendo a Joseph Conrad. Pues ya no. Ahora la niña se transporta a una casa de campo del siglo XIX de la mano de Jane Austen. ¿De verdad las estrategias de una joven soltera a la caza de un buen partido resultan más adecuadas para el lector infantil que las aventuras de un capitán de barco por los mares exóticos de Oriente? Si es así, es que estoy más desfasado de lo que creía.     

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Antillón

  Con el placer de costumbre leo en Lecturas y pasiones (Xordica, 2021), la más reciente recopilación de artículos de José Luis Melero, una referencia al geógrafo e historiador Isidoro de Antillón y Marzo, nacido y muerto en la localidad turolense de Santa Eulalia del Campo (1778-1814). Antillón fue un ilustrado en toda regla, liberal en lo político, que difundió sus ideas, entre ellas el antiesclavismo, a través de diversas publicaciones. Sus obras más relevantes son las de carácter geográfico, entre las que destaca Elementos de la geografía astronómica, natural y política de España y Portugal (1808). En esta obra se muestra crítico con otros geógrafos españoles (caso de Tomás López) y con los extranjeros que escribían sobre España (a excepción del naturalista Guillermo Bowles). Gracias a Jovellanos Antillón llegó a ser elegido diputado por Aragón en las Cortes de Cádiz. A su amigo y protector le dedicó Noticias históricas de D. Gaspar Melchor de Jovellanos , impreso en Palma de Mall

Como un río de corriente oscura y crecida

  Era un panorama extraño. En Barcelona, la habitual multitud nocturna paseaba Rambla abajo entre controles de policía regularmente repartidos, y la habitual bomba que explotaba en algún edificio inacabado (a causa de la huelga de los obreros de la construcción) parecía arrojar desde las calles laterales perqueñas riadas de gente nerviosa a la Rambla. Los carteristas, apaches, sospechosos vendedores ambulantes y relucientes mujeres que normalmente pueden verse en las callejuelas se infiltraban entre las buenas familias burguesas, las brigadas de obreros de rostro endurecido, las tropillas de estudiantes y jóvenes que deambulaban por la ciudad. La multitud se desparramaba lentamente por la Rambla, como un río de corriente oscura y crecida. Apareció un ejército de detectives, de bolsillos abultados, apostados en cada café, vagueando por la Rambla y enganchando, de un modo vengativamente suspicaz, a algunos transeúntes elegidos por alguna singular razón, hasta el punto de que incluso esta

Premio Nadal 1944

El jurado del primer Premio "Eugenio Nadal" (Café Suizo, Barcelona, 6 de enero de 1945). De izquierda a derecha: Juan Ramón Masoliver, Josep Vergés, Rafael Vázquez Zamora, Joan Teixidor e Ignacio Agustí.  En un artículo titulado "Premios literarios, cartas marcadas", publicado recientemente en un diario digital su autor Daniel Rosell analiza el trasfondo de premios tan prestigiosos como el Nadal y el Planeta a lo largo de su ya larga historia. Refiriéndose al primero de ellos, Rosell escribe: "Siempre hay alguien que recuerda que el el primer premio Nadal lo ganó una desconocida Carmen Laforet, que se impuso a González Ruano, a quien se le había garantizado el premio." Y añade: "Es emotivo, incluso tiene elementos épicos la historia de una joven desconocida que se alza con un galardón literario al que aspiraban los nombres -todos masculinos- consagrados de las letras de entonces, pero ¿por qué no poner el acento en González Ruano? (...) En otra