Correciones

 

 

Roald Dahl (1916-1990)

 

Finalmente, parece ser que la editorial británica Puffin, división infantil de Penguin Random House publicará los libros de Roald Dahl en dos versiones: una que mantendrá el original, sin cambios, tal como fueron concebidos y escritos por el autor galés; y otra inclusiva y libre de palabras y expresiones  inapropiadas (según ellos). Más allá de la polvareda levantada por todo este lamentable asunto (que en el fondo no deja de ser, para los propietarios del grupo editorial, una excelente campaña de marketing), y cuya solución a medias pretende quedar bien con unos y con otros, lo que permanece es un episodio más de la absurda censura que viene ejerciendo sobre las obras literarias ese colectivo de fanáticos guardianes y vigilantes de lo políticamente correcto.

Lo peor, sin embargo, no es ese estúpido afán de blanqueamiento, de supresión de palabras como "feo" o "gordo", por si algunos se sienten ofendidos; lo peor es que se atreven incluso a manipular frases del texto. Por ejemplo, en Matilda, Dahl nos habla de una niña que navega en viejos veleros leyendo a Joseph Conrad. Pues ya no. Ahora la niña se transporta a una casa de campo del siglo XIX de la mano de Jane Austen. ¿De verdad las estrategias de una joven soltera a la caza de un buen partido resultan más adecuadas para el lector infantil que las aventuras de un capitán de barco por los mares exóticos de Oriente? Si es así, es que estoy más desfasado de lo que creía.     

Comentarios

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  1. Pippi Calzaslargas sin duda hubiera elegido la vida pirata.

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