Maquillaje



Y eso que no te maquillas
. Reconozco que, antes de irme a la cama, doy una cantidad infernal de vueltas y ya no me sirve de excusa lo de sacar comida para mañana, lo de tener preparada la mesa del desayuno o lo difícil que es en Asturias decidir la ropa para el día siguiente. La frasecita, en cualquier caso, me jodía, no tanto por su contenido o su tono, sino porque se hubiese convertido en la fórmula monjil y putrefacta con la que mi marido me recibía cada noche al acostarme, tan interiorizada para ambos como el lado que cada uno ocupaba en la cama. 

Fue aquel día delante del espejo, mientras yo misma me preguntaba cómo podía tardar tanto en no hacer nada, cuando se me ocurrió maquillarme. Base en polvos, corrector de ojeras, iluminador, sombra de ojos, eyeliner, rímel, colorete, gloss para los labios. Con el tiempo, fui tardando cada vez menos, de manera que podía echarme todos esos potingues y eliminarlos de mi cara en prácticamente 5 minutos.

Puede que muchos consideren este comportamiento una extravagancia, pero a mí me hizo sentir realizada: rentabilizaba productos que antes usaba en un par de ocasiones al año, malgastaba por fin el tiempo en algo y, sobre todo, recibía con la sonrisa inequívoca del triunfo la consabida frase del fósil de mi marido. 

(Nuria Barranco Flores, Muerdo (25 relatos incisivos). Premio Asturias Joven de Narrativa 2021. Trabe, 2022).

Comentarios

(3)
  1. El maquillaje, como ritual mágico de transformación y hechizo.

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  2. El maquillaje, ritual mágico de transformación y hechizo.

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  3. Sin duda, y además creo que la autora no puede expresarlo mejor en tan pocas palabras.

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