Palou: carne apaleada

En la película Con todos los honores (Todd Robinson, 2019), el personaje interpretado por Samuel L. Jackson dice: "El suicidio no tiene futuro". Puede que sea así en términos generales, pero no tanto en el campo de la literatura. Desde antiguo los escritores que optaron por quitarse la vida han adquirido una cierta aura o plus de reconocimiento que los hace más singulares y relativamente perdurables. Incluso para algunos de ellos ha supuesto, al margen de su valía literaria, un pasoporte a la posteridad. En cambio las muertes por causas naturales se consideran irrelevantes por ser las más comunes. Hay libros que reúnen biografías de escritores suicidas, pero no conozco ninguno que agrupe, por ejemplo, a los escritores muertos por infarto de miocardio. El suicidio es siempre excepcional y conlleva un inevitable halo de fatalidad. En consecuencia, los escritores y escritoras suicidas han ejercido, sin ellos pretenderlo, una especie de fascinación morbosa, al menos en algunos lectores. Algo parecido sucede con los autores de vidas prematuramente truncadas, disolutas, víctimas del alcohol o de las drogas o ambas cosas a la vez. Aunque no siempre es así.

 


 

La escritora Inés Palou tuvo una vida accidentada y un final trágico y, sin embargo, hoy en día apenas nadie la recuerda. Palou nació en Agramunt (Lleida) en 1923, en el seno de una familia de clase media. Estudió Comercio y Peritaje Mercantil y tuvo varios empleos relacionados con sus estudios. En una de las empresas en las que trabajó fue acusada de estafa, aunque ella defendió ante el tribunal que la juzgó que no había cometido ningún delito. Fue condenada y pasó una larga temporada en la prisión de mujeres de Barcelona. Este encarcelamiento la marcó de por vida. Allí sufrió humillaciones por parte de reclusas y más de un castigo por rebeldía. Allí empezó a escribir y conoció a la mujer que se convertiría en el amor de su vida y a la que dedica su primera novela, Carne apaleada (1975).

 

A SENTA...

que al entrar en mi vida, 

la fuente tornó río; 

la ceniza, brasa viva:

y en el latir de mi sangre

puso un trote

de Pegasos desbocados.

Donde se encuentre...

¡Dios la proteja! 

 


 

Carne apaleada narra las experiencias de Berta, alter ego de su autora, en un estilo seco y duro en la línea de El astrágalo de la francesa Albertine Sarrazin, que en cierta medida inició a mediados de los años sesenta la subtemática de novela carcelaria de mujeres, aunque es muy posible que Palou no la hubiese leído. La novela se publicó en la editorial Planeta y gozó de un succès de scandale. En 1978 se rodó una película basada en la novela. Fue dirigida por Javier Aguirre e interpretada por Esperanza Roy en el papel de Berta y Bárbara Rey en el de su amante Xenta. Inés Palou escribió otra novela, Operación Dulce, en la que vuelve a incidir en el mundo delictivo y marginal al narrar un atraco visto desde dentro. La novela salió póstuma en noviembre de 1975, pues su autora se había quitado la vida un par de meses antes.    

 


 

Al salir de la cárcel Inés Palou se encontró descolocada. Dolida y confusa se sumergió en un ambiente casi lumpen y en un infierno particular donde no habitaba su amada Senta. Había firmado un cheque sin fondos y temía ir de nuevo a la cárcel. Estuvo vagando como alma en pena hasta recalar en la localidad barcelonesa de Gelida. Allí tomó la decisión. Se tumbó atravesada en los raíles del ferrocarril y esperó impasible a que pasara el primer tren. Su cuerpo quedó tan destrozado que no se le pudo hacer la autopsia. Se la reconoció por su carné de identidad. 

Poco antes de suicidarse le había escrito al editor Lara diciéndole: "Le ofrezco en bandeja de plata el éxito para el próximo premio Planeta". Pero no hubo premio para Palou. El Planeta lo ganó aquel año Mercedes Salisachs con La gangrena. Sin embargo, Operación Dulce también alcanzó el éxito: salió con una tirada de 10.000 ejemplares, se hicieron tres ediciones en un mes y se reeditó al año siguiente en Círculo de Lectores. 

La segunda y más larga dedicatoria que hace la autora en Carne apaleada terminaba diciendo : 

 

A TODAS ELLAS, que no son tan malas como parecen

ni tan viciosas y perversas como las juzgan.

Sino simplemente mujeres. Mujeres que tuvieron que elegir y eligieron.

Con mi  comprensión, con mi amor. Porque son mi gente,

y los prefiero a los demás, a los perfectos, a los impolutos...

Quien se sienta limpio de toda culpa...

        que arroje la primera piedra.

Comentarios

(2)
  1. Gracias, Jorge por la crónica de Palou. No sabía de esta escritora, espero conocer más a fondo su obra y vida. Tu entrada es el punto de partida. En la Asociación Colegial de Escritores de Cataluña, tenemos precisamente un programa de audios, Eugenia Tusquets, la periodista de la revista Librújula, Susana Picos, y yo, para rescatar escritoras olvidadas. Y desde luego le vamos a dedicar un programa. Aquí te dejo el último Espejo de letras, dedicado a Elisabeth Mulder https://www.ivoox.com/elisabeth-mulder-exploracion-elegante-del-lenguaje-audios-mp3_rf_67440794_1.html
    En cuanto al suicidio, quitarse la vida por propia mano es un drama que nos conmueve, pues contraviene el instinto de supervivencia.

    Saludos y gracias

    ResponderEliminar
  2. Gracias a ti, Marga, por tu comentario. Me parece una excelente iniciativa la de recuperar escritoras olvidadas. Hay mucha tarea por delante. Saludos.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario