Lucio Séneca, en una epístola, reprehende a Lúculo, el Romano, de una curiosidad, o mejor liviandad, es a saber que hizo una galera cabe su casa del castillo del lobo, la cual era tan ancha que corrían dentro un toro bravo y, lo que más de espantar es, que ganaban los marineros infinito dinero porque diesen lugar de ver correr el toro. Dionisio Siracusano, como él y Foción fuesen mortales enemigos, y el Foción fuese más bienquisto que no él, hizo hacer una galera en la cual pudiesen morar él y su mujer y hijos y criados y servidores y muchos cortesanos sus amigos, en que eran por todos más de seis mil los que moraban en ella, con la cual de día se allegaba a la ribera y de noche se retiraba a alta mar. De Aureliano, el Emperador, cuentan sus cronistas que después que triunfó la reina Cenobia, hizo hacer en el río Tíber una tal y tan grande galera que tomaba el río por lo más ancho y en el largo della había espacio para justar y carrera de caballos para correr. (Fray Antonio de Gueva