Ir al contenido principal

Chinches que desaparecen


 

En 1768 el naturalista y viajero irlandés William Bowles realizó un viaje por España. Según Perucho, Bowles descubrió a su paso por Barcelona un manuscrito del jesuita expulso Mateo Aymerich, titulado "Historia Geográfica y Natural de Cataluña", en el cual encontró una noticia sobre las chinches (cimex) que le dejó perplejo. Lo cuenta en su libro Teoría de Cataluña (Destino, Barcelona, 1987) y recoge las palabras de Aymerich al respecto:

"Es un insecto pequeño, de color entre rojo y pajizo, muy asqueroso y de mal olor si se estruja con los dedos y se aplica al olfato. Mortifica bastante en el estío, y de noche quita el sueño con sus picadas. Es redondo y de muchas piernas (...) En el Santo Hospital de Barcelona no se hallan Chinches en las camas de los enfermos aun siendo de tablas y bancos carcomidos y con muchos agujeros. Si los enfermos las traen de sus casas, luego mueren y desaparecen. Esto es una cosa averiguada y asegurada de los asistentes y sirvientes del Hospital, y yo he hecho muy menudas preguntas sobre esto a la que cuida de la limpieza del Hospital y de los enfermos muchísimos años, en confirmación de esto. El que tiene una cama plagada de Chinches, como sucede en Barcelona, por ser ciudad vecina del mar y bastante calurosa en el estío, lleva la cama a alguna cuadra del Hospital y queda limpia. Yo he visto una muy buena que por las Chinches se dio de limosna al Hospital, y está sin Chinches como las otras. ¿A dónde han ido a parar las repugnantes bestezuelas?"

No nos lo dice Aymerich, ni tampoco Perucho. Un misterio más de los muchos misterios de Barcelona.

  

Comentarios

  1. Quizá las chinches, como la energía, no se crean ni se destruyen, sólo se transforman. O bien salieron a dar un paseo por la ciudad. "La recibió una de esas mañanas invernales de Barcelona que amanecen goteando sol en polvo e invitan al arte del paseo" (Caros Ruiz Zafón, El laberinto de los espíritus).

    ResponderEliminar
  2. Las chinches del Hospital de Barcelona "desaparecen", pero en casas de la misma ciudad continúan en la actualidad, y para desgracia de sus inquilinos, instalándose a sus anchas. Puedo atestiguarlo.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares

Criterion

  Sin lugar a dudas, The Criterion , fundado y editado por T. S. Eliot en 1922, es una de las mejores revistas literarias británicas del siglo XX. La nómina de colaboradores que tuvo este magazine trimestral, hasta su último número publicado en 1939, conforma un catálogo bastante representativo de lo más granado de la intelectualidad, no solo británica, del período de entreguerras. En sus páginas escribieron luminarias como Pound, Yeats, Proust o Valéry, por citar solo cuatro.   El primer número de The Criterion , salido en octubre de aquel annus mirabilis , es realmente impactante y marca el sello característico de su editor, expresado a través de sus "Commentary"; a saber, la compatibilidad entre una ideología ideología católica y conservadora y una defensa a ultranza de la vanguardia modernista. En este ya mítico número 1, se incluye, por ejemplo, la primera aparición en letra impresa de The Waste Land de Eliot, y la crítica encomiástica de Valéry Larbaud del Ulises, de

Premio Nadal 1944

El jurado del primer Premio "Eugenio Nadal" (Café Suizo, Barcelona, 6 de enero de 1945). De izquierda a derecha: Juan Ramón Masoliver, Josep Vergés, Rafael Vázquez Zamora, Joan Teixidor e Ignacio Agustí.  En un artículo titulado "Premios literarios, cartas marcadas", publicado recientemente en un diario digital su autor Daniel Rosell analiza el trasfondo de premios tan prestigiosos como el Nadal y el Planeta a lo largo de su ya larga historia. Refiriéndose al primero de ellos, Rosell escribe: "Siempre hay alguien que recuerda que el el primer premio Nadal lo ganó una desconocida Carmen Laforet, que se impuso a González Ruano, a quien se le había garantizado el premio." Y añade: "Es emotivo, incluso tiene elementos épicos la historia de una joven desconocida que se alza con un galardón literario al que aspiraban los nombres -todos masculinos- consagrados de las letras de entonces, pero ¿por qué no poner el acento en González Ruano? (...) En otra

Pìanos mecánicos

De Los organillos , de Henri-François Rey, publicada a principios de los años sesenta, recordaba más su versión cinematográfica, titulada Los pianos mecánicos como el original francés, que la propia novela. Yo estaba en Cadaqués el verano en que se rodó la película, y tuve la ocasión de ver de cerca a dos de sus intérpretes más conocidos: James Mason y Hardy Krüger. La protagonista femenina era Melina Mercouri, pero a ella no tuve la suerte de verla. El filme lo dirigió Juan Antonio Bardem y, aunnque no es una de sus mejores películas, sí es una de sus producciones internacionales de más éxito comercial. A Henri-François Rey, que pasaba largas temporadas en Cadaqués (Caldeya en la ficción), también lo  tenía visto por el bar Marítim o el café Melitón (título, por cierto, de su última novela). En su momento la novela fue un éxito de ventas y de crítica (llegó a finalista del Goncourt y ganó el Interallié).Leída al cabo de los años puedo asegurar que no solo se sostiene muy bien