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Bahí, un pionero del confinamiento



Juan Francisco Bahí y Fonseca (1775-1841) fue un médico, botánico y agrónomo catalán, nacido en Blanes (Girona), que durante la epidemia de fiebre amarilla que padeció Barcelona en 1821 defendió, en contra de la opinión de muchos de sus colegas, la teoría del contagio. Con el fin de impedir la expansión de la epidemia Bahí, que era miembro de la Junta de Sanidad, propugnó la instalación de hospitales y casas de socorro, la incomunicación de los enfermos infectados y el aislamiento del puerto y de la Barceloneta, el populoso barrio donde se había registrado el primer brote. La medida fue tan polémica y discutida que desencadenó una revuelta popular que casi le cuesta la vida a Bahí. En medio del desprecio y de todo tipo de burlas (llegó a ser quemado en efigie), tuvo que refugiarse en el Jardín Botánico primero, y luego huir a uña de caballo hasta Tiana, lugar donde esperó frustrado y angustiado el fin de la epidemia.
Saco la siguiente información del Diccionario de escritores y artistas catalanes del siglo XIX (Tomo I, Barcelona, 1889), de Antonio Elías de Molins:
En el Discurso que precede a la traducción al castellano que hizo Bahí de una memoria del médico italiano Palloni sobre la fiebre amarilla, publicado en 1824, decía:

Los escritos de los médicos anticontagionistas de esta capital, y su reunión libre con otros profesores extranjeros, no podían imponerme el silencio sobre el contagio de la fiebre amarilla (...) Este azoramiento es el fruto que logran los pueblos de Europa, y particularmente los meridionales marítimos y su comercio, de la opinión de no contagio; cuando por la nuestra del contagio o importación, descansan tranquilos como haya buena vigilancia en los puertos según lo están experimentando en este verano Cádiz y Barcelona. Y no se diga que con nuestra opinión se perjudica el comercio, porque este es un  error muy fácil de rebatir. Pregunto, pues, ¿qué ha debido perjudicar más al comercio de Cádiz, Málaga, Cartagena y Barcelona, las horrorosas epidemias que han sufrido de fiebre amarilla por falta de precauciones sanitarias, o el que se hubiese obligado a los barcos que llegaron en el verano a un riguroso expurgo al lazareto de Mahón?

"Estas ideas sostenidas por Bahí -prosigue Elías de Molins-, son siempre oportunas y deben tenerse presentes siempre; y lo sucedido a este célebre médico se ha repetido en casi todas las epidemias que han aparecido en nuestro país; el envenenamiento de aguas, el interés de los médicos en sostener sus opiniones y propagar la enfermedad, han sido las ideas sostenidas por el pueblo al aparecer una epidemia".
No acabaron aquí las tribulaciones y penalidades de Bahí. Como si de una maldición se tratase, todavía tuvo la desgracia de ver morir a tres de sus hijos: el mayor, médico, murió de una infección contraída mientras estudiaba en cadáver; el mediano, militar, fue fusilado por el general Cabrera en la guerra carlista; y el pequeño, estudiante de medicina, falleció al contagiarse de una fiebre mientras hacía prácticas en el Hospital Militar de Barcelona.
Al final las ideas contagionistas de Bahí, y de otros como él, acabaron triunfando; pero costó muchos años y demasiados muertos darse cuenta de ello. A modo de reparación el Consistorio barcelonés le dedicó una calle (Degà Bahí) en el Camp de L'Arpa del Clot. No es mucho, pero algo es algo.         

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