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El aspecto bélico



El espectáculo que se ofrecía ante sus ojos era dantesco. A lo lejos ardían los edificios de una ciudad cercana mientras los aviones se lanzaban en picado para completar la macabra labor.
Un poco más cerca, el tren parecía un animal moribundo en medio de la oscuridad de la noche, alumbrada por las siniestras antorchas de las casas incendiadas.
Por las distintas puertas y ventanas del ferrocarril continuaban saltando hombres, mujeres y niños sudvietnamintas en medio de un ensordecedror griterío y, del tableteo de las ametralladoras, y de las explosiones de las bombas.
Allí estaba el aspecto bélico. Fantástico, cruel, duro y repulsivo. No importaba quién tuviera razón, ni quién fuese amigo o enemigo. Era la guerra y en ella todos los hombres resultaban odiosos, todas las causas igualmente detestables.

(Clifford Hilton, Condenados al infierno. Ediciones Ceres, 1981).

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