Ir al contenido principal

Flaubert vs. Balzac


    Creo que la estrechez en el arte de Flaubert proviene de la ansiedad de ese apego hacia sí mismo, alguien que adoptó la máscara del sacrificio por su arte y que se revela orgulloso de sus preciosas ideas universales (de las que está tan orgulloso que le reprocha a Balzac no tenerlas), las mismas que ahora con frecuencia lo hacen aparecer ante nuestros ojos como un hermano de Bouvard y Pécuchet, apenas menos tonto. También esa estrechez proviene de la dureza con la que rechaza el amor de Louise Colet para proteger su soledad de soltero que vive con su anciana madre, de la cerrazón que lo lleva a preferir siempre la búsqueda de esa "palabra justa" que tanto nos exaspera de su prosa; de esa idolatría por las Letras que termina siendo, incluso para sus devotos, un rechazo a la generosidad de la Vida.
    Cuán contraria la magnificencia de Balzac el hombre, esa calidad que engrandece su obra hasta las estrellas y le otorga su resonancia épica, más allá de lo ridículo, de la desmesura, de todos los tics o los defectos del estilo. Es precisamente esa grandeza del alma la que lo hace no anteponerse a nada, no encerrarse en su egoísmo de artista para finalmente entregar La comedia humana y el esfuerzo de toda su vida (como Sir Walter Raleigh hizo con su abrigo ante la reina Isabel) a los pies de la condesa Hanska, cuando escribe: "Pero ha habido algo más grande y más feliz que el escritor, ¡el amante! Mi amor es más hermoso, más grande y más completo que todo eso. Sin esa plenitud del corazón no habría podido cumplir una décima parte de la obra, no habría tenido esta feroz valentía".

Claude-Edmonde Magny, Carta sobre el poder de la escritura, Periférica, 2016. Traducción de María Virginia Jaua).
   

Comentarios

  1. No puedo estar más de acuerdo con Magny, soy balzaquiana confesa. En Balzac, la vida salta de sus páginas para contagiarnos con sus penas desvaríos y efímeras alegrías.
    Personajes como Popinot o Rubempré son más verdaderos que el vecino de la casa de enfrente.

    ResponderEliminar
  2. En general Balzac no ha tenido tan buena prensa como Flaubert, de aquí que la reflezxión de Magny sea de agradecer.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares

Antillón

  Con el placer de costumbre leo en Lecturas y pasiones (Xordica, 2021), la más reciente recopilación de artículos de José Luis Melero, una referencia al geógrafo e historiador Isidoro de Antillón y Marzo, nacido y muerto en la localidad turolense de Santa Eulalia del Campo (1778-1814). Antillón fue un ilustrado en toda regla, liberal en lo político, que difundió sus ideas, entre ellas el antiesclavismo, a través de diversas publicaciones. Sus obras más relevantes son las de carácter geográfico, entre las que destaca Elementos de la geografía astronómica, natural y política de España y Portugal (1808). En esta obra se muestra crítico con otros geógrafos españoles (caso de Tomás López) y con los extranjeros que escribían sobre España (a excepción del naturalista Guillermo Bowles). Gracias a Jovellanos Antillón llegó a ser elegido diputado por Aragón en las Cortes de Cádiz. A su amigo y protector le dedicó Noticias históricas de D. Gaspar Melchor de Jovellanos , impreso en Palma de Mall

Como un río de corriente oscura y crecida

  Era un panorama extraño. En Barcelona, la habitual multitud nocturna paseaba Rambla abajo entre controles de policía regularmente repartidos, y la habitual bomba que explotaba en algún edificio inacabado (a causa de la huelga de los obreros de la construcción) parecía arrojar desde las calles laterales perqueñas riadas de gente nerviosa a la Rambla. Los carteristas, apaches, sospechosos vendedores ambulantes y relucientes mujeres que normalmente pueden verse en las callejuelas se infiltraban entre las buenas familias burguesas, las brigadas de obreros de rostro endurecido, las tropillas de estudiantes y jóvenes que deambulaban por la ciudad. La multitud se desparramaba lentamente por la Rambla, como un río de corriente oscura y crecida. Apareció un ejército de detectives, de bolsillos abultados, apostados en cada café, vagueando por la Rambla y enganchando, de un modo vengativamente suspicaz, a algunos transeúntes elegidos por alguna singular razón, hasta el punto de que incluso esta

Premio Nadal 1944

El jurado del primer Premio "Eugenio Nadal" (Café Suizo, Barcelona, 6 de enero de 1945). De izquierda a derecha: Juan Ramón Masoliver, Josep Vergés, Rafael Vázquez Zamora, Joan Teixidor e Ignacio Agustí.  En un artículo titulado "Premios literarios, cartas marcadas", publicado recientemente en un diario digital su autor Daniel Rosell analiza el trasfondo de premios tan prestigiosos como el Nadal y el Planeta a lo largo de su ya larga historia. Refiriéndose al primero de ellos, Rosell escribe: "Siempre hay alguien que recuerda que el el primer premio Nadal lo ganó una desconocida Carmen Laforet, que se impuso a González Ruano, a quien se le había garantizado el premio." Y añade: "Es emotivo, incluso tiene elementos épicos la historia de una joven desconocida que se alza con un galardón literario al que aspiraban los nombres -todos masculinos- consagrados de las letras de entonces, pero ¿por qué no poner el acento en González Ruano? (...) En otra