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Mostrando entradas de septiembre, 2016

Flaubert vs. Balzac

    Creo que la estrechez en el arte de Flaubert proviene de la ansiedad de ese apego hacia sí mismo, alguien que adoptó la máscara del sacrificio por su arte y que se revela orgulloso de sus preciosas ideas universales (de las que está tan orgulloso que le reprocha a Balzac no tenerlas), las mismas que ahora con frecuencia lo hacen aparecer ante nuestros ojos como un hermano de Bouvard y Pécuchet, apenas menos tonto. También esa estrechez proviene de la dureza con la que rechaza el amor de Louise Colet para proteger su soledad de soltero que vive con su anciana madre, de la cerrazón que lo lleva a preferir siempre la búsqueda de esa "palabra justa" que tanto nos exaspera de su prosa; de esa idolatría por las Letras que termina siendo, incluso para sus devotos, un rechazo a la generosidad de la Vida.     Cuán contraria la magnificencia de Balzac el hombre, esa calidad que engrandece su obra hasta las estrellas y le otorga su resonancia épica, más allá de lo ridículo, de l

El toro de fuego

El toro de fuego (Ilustración de José Mª Iribarren) Retablo de curiosidades (Zaragoza, 1940), del escritor y folklorista navarro José María Iribarren, es una "zambullida en el alma popular", llena de curiosas y eruditas referencias acerca de los usos y costumbres de su tierra natal. En el capítulo de "Capeas y corridas" señala algunas fiestas antiguas: "Leyendo a Ignacio Baleztena ("Premín de Iruña"), me enteré de que en los siglos XVII y XVIII el llamado toro de fuego era un toro de carne y hueso, aparejado con una manta toda erizada de cohetes, troneras y fuegos de artificio que construían los güeteros de Pamplona. Este toro infernal, que parecía salido de los antros de Plutón, era toreado por los mozos al final de la corrida de San Fermín, ya de noche." Más adelante Iribarren se hace eco de una cita del sacerdote gascón Joseph Branet, que residió en Tudela durante el año 1797: "Branet consigna en sus Memorias que, el día de S

Barrera de ploma

Los apaches ya se hallaban próximos a los carros cuando Leonard disparó, derribando a uno de los atacantes. Los defensores ya estaban de acuerdo en su forma de disparar; los proyectiles debían cruzar continuamente el espacio, en busca de un cuerpo donde incrustarse. De esta forma se formaba una barrera de plomo difícil de ser salvada. (Orland Garr, Asalto apache . Colección Kansas, Editorial Bruiguera, 1976)

Deshabitados

Henri-François Rey (1920-1987) Marchan los dos hacia su planeta muerto. Muerto desde hace millones de años luz.Tendrán sueños de planeta muerto. Muerto, desierto y frío. Tendrán sueños de planeta muerto y se contarán en sueños historias de planeta muerto. Están deshabitados, desérticos (...) Deshabitados, y por la noche de las noches. Deshabitados, y por toda la eternidad. Bien protegidos en su soledad incomunicable. Y, sin embago, tan semejantes a millones de otros cuerpos en busca de su alma. Y cansados de buscarla interminablemente. Y, sin embargo, tan semejantes a millones de ojos vacíos y de movimientos mecánicos. Tan semejantes a esas muchedumbres terribles que miran con millones de ojos muertos el espectáculo incomprensible para ellos de un mundo que vive y que existe. (Henri-François Rey, Los organillos . Traducción de Alfredo Crespo. Ediciones G.P. 1964).

Pìanos mecánicos

De Los organillos , de Henri-François Rey, publicada a principios de los años sesenta, recordaba más su versión cinematográfica, titulada Los pianos mecánicos como el original francés, que la propia novela. Yo estaba en Cadaqués el verano en que se rodó la película, y tuve la ocasión de ver de cerca a dos de sus intérpretes más conocidos: James Mason y Hardy Krüger. La protagonista femenina era Melina Mercouri, pero a ella no tuve la suerte de verla. El filme lo dirigió Juan Antonio Bardem y, aunnque no es una de sus mejores películas, sí es una de sus producciones internacionales de más éxito comercial. A Henri-François Rey, que pasaba largas temporadas en Cadaqués (Caldeya en la ficción), también lo  tenía visto por el bar Marítim o el café Melitón (título, por cierto, de su última novela). En su momento la novela fue un éxito de ventas y de crítica (llegó a finalista del Goncourt y ganó el Interallié).Leída al cabo de los años puedo asegurar que no solo se sostiene muy bien

Gracia Noriega

José Ignacio Gracia Noriega (1945-2016) En estos calurosos primeros días de septiembre me ha dejado helado la noticia del fallecimiento del escritor y amigo José Ignacio Gracia Noriega. Nos conocimos en Oviedo a finales de los años setenta, en el círculo literario en torno a la revista Los Cuadernos del Norte , dirigida por Juan Cueto, de la que era asiduo colaborador. Cuando en 1980 me decidí a publicar mi primer libro de relatos, Celebración de la impostura , él fue uno de los primeros en hacerme una critica "alabanciosa" (que diría el innombrable Zunzunegui), en este caso en Radio Asturias, creo recordar. Era un lector formidable y un gran conversador. Solíamos divertirnos hablando de escritores olvidados que ambos habíamos leído. Cuando se fue a vivir a Llanes -donde había nacido- y más tarde a Sevares, dejé de verle, aunque manteníamos contacto esporádico por carta. Fue muy prolífico, escribió unos cuarenta libros y miles de artículos en la prensa, Hubo un tiem

Verano

Cesare Pavese (1908-1950) Alguna vez pensaba que aquel verano no se acabaría nunca y.al mismo tiempo, que había que apresurarse a disfrutarlo, porque, cuando cambiara la estación, pasaría alguna cosa. (Cesare Pavese, El bello verano )