Era un panorama extraño. En Barcelona, la habitual multitud nocturna paseaba Rambla abajo entre controles de policía regularmente repartidos, y la habitual bomba que explotaba en algún edificio inacabado (a causa de la huelga de los obreros de la construcción) parecía arrojar desde las calles laterales perqueñas riadas de gente nerviosa a la Rambla. Los carteristas, apaches, sospechosos vendedores ambulantes y relucientes mujeres que normalmente pueden verse en las callejuelas se infiltraban entre las buenas familias burguesas, las brigadas de obreros de rostro endurecido, las tropillas de estudiantes y jóvenes que deambulaban por la ciudad. La multitud se desparramaba lentamente por la Rambla, como un río de corriente oscura y crecida. Apareció un ejército de detectives, de bolsillos abultados, apostados en cada café, vagueando por la Rambla y enganchando, de un modo vengativamente suspicaz, a algunos transeúntes elegidos por alguna singular razón, hasta el punto de que incluso esta
Antes del adiós, déjame decirte que acabo de leer "Molinos de viento en Brooklyn", de Prudencio de Pereda, que epilogaste y recomendaste en tu blog. A parte de haber disfrutado con su lectura, ha sido toda una sorpresa descubrir ese mundo hispano de la disolución del cual es fruto parte de ese mosaico llamado Nueva York que creemos conocer.
ResponderEliminarhttp://jorgeordaz.blogspot.com.es/2015/11/molinos-de-viento-en-brooklyn.html
Hasta la vuelta, Jorge.
Gracias, Enric, por tus comentario. La verdad es que es una novela deliciosa.
EliminarIgualmente!!
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