Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de mayo, 2016

Recordando a Walker Percy

  Walker Percy (1916-1990) Tal día como hoy se cumplen cien años del nacimiento de Walker Percy (1916-1990). Con  este motivo reproduzco el post que a este gran escritor norteamericano le dediqué el 4 de julio de 2010: Pocas entradas tan sonadas se han producido en el mundo de la literatura en Estados Unidos como la de Walker Percy (1916-1990). El escritor de Luisiana ganó con su primera novela, El cinéfilo (The Moviegoer, 1962) el National Book Award contra todo pronóstico y compitiendo con otras ocho obras, entre las que estaban Franny and Zooey , de J. D. Salinger y Catch-22 de Joseph Heller. Binx Bolling, el joven protagonista de El cinéfilo , de aire existencialista e influido por Kierkegaard y Camus, es uno de estos personajes que representan en cierta medida el espíritu atormentado de su tiempo. No obstante su brillante comienzo, Walker Percy nunca alcanzó la notoriedad de otros escritores coetáneos. Percy es un moralista irónico y tal vez el más perspicaz c

Fama y posteridad

W. Somerset Maugham (1874-1965) Aunque no le sirva para nada, no hay ningún autor tan faltado de aspiraciones que no alimente la secreta esperanza de que, al menos una parte de su obra, le sobrevivirá durante una o dos generaciones. La creencia en la fama póstuma es una pequeña vanidad inofensiva que a menudo reconcilia al artista con los desengaños y los fracasos de su vida. Para comprobar cuán poco probable es que se cumplan sus esperanzas basta echar una ojeada a los escritores que, solo veinte años atrás, parecían tener asegurada la inmortalidad. ¿Quiénes les leen ahora? Y teniendo en cuenta la enorme masa de libros que se producen sin cesar y la incesante competencia de los libros que han seguido siendo de actualidad, ¡cuán pocas probabilidades tiene una obra olvidada de volver a llamar la atención de los lectores! (W. Somerset Maugham, Recapitulación , Ediciones G.P., 1968. Traducción de Ramón Hernández).   

Persiles y Sigismunda

Hace años intenté leer Los trabajos de Persiles y Sigismunda , la novela póstuma de Miguel de Cervantes. No lo conseguí. Dejé la lectura en los prmeros capítulos de sus cuatro libros. Hace poco, lo intenté de nuevo en la nueva edición de Isaías Lerner e Isabel Lozano Renieblas para Penguin Clásicos; y, pese a que en más de una ocasión confieso que me he saltado párrafos enteros, al final he conseguido acabar no sin esfuerzo sus quinientas páginas. Si ya a algunos les resulta difícil el Quijote , el Persiles puede resultarles un escollo insalvable. Lo cierto es que el modelo en que se basa Cervantes, el de la novela bizantina que arranca con las Etiópicas de Heliodoro, es un género que tuvo vigencia en su momento, pero que ahora se nos antoja antiguo y ajeno. El libro narra las peripecias de Persiles y Sigismunda, príncipes nórdicos enamorados que viajan bajo la apariencia de los hermanos Periandro y Auristela -y cuya identidad no se descubre hasta la página 177- por mares septen

Ilustre plebeyo

WILLIAM SHAKESPERE. Este es uno de los genios colosales que han subido hasta la cumbre del ideal. Sus obras encarnan la naturaleza y la existencia, todas las formas múltiples del ser, el hombre y la huimanidad. Anatómico profundo del corazón humano, diseca con su escalpelo todas las fibras, interroga a la materia, evoca a los espectros, y sondea a los abismos, extrae de los cráneos descarnados la esencia de la filosofía, y pasan por su alambique, el enigma y el misterio, los sueños y las conjeturas; todas las fases de la vida, desde la cuna hasta el sepulcro. Retrata con pincel enérgico y mano maestra los vicios coronados, las grandezas corrompidas, y desciende a las clases abyectas y miserables, sacude sus inteligencias incultas y groseras y hace brotar las perlas y los diamantes, las máximas más severas y las sentencias más sabias. Ve la tierra y el espacio, la duda sombría y el azul de los cielos, el flujo y el reflujo de las pasiones, el océano inmenso y el infinito imposible;

Quitarse el muerto de encima

         Disparaba a tontas y a locas, llevado por el ciego afán de salvarse matando, sin distinguir entre amigos y enemigos.      Las mortíferas piezas de plomo tatuaron el suelo.      Van Yale notó que el hombre que tenía encima se estremeció bruscamente, restregando su cara contra la suya y llenándole de pegajosa babosidad.      ¡Era preciso detener a aquel loco!      Ladeóse ligeramente y levantó el revólver, disparando.      Tres segundos después el cuerpo del hombre que empuñaba el rifle efectuaba un ruido apagado al caer al suelo.      Van dio un respimgo de alivio y se desprendeió del muerto que reposaba sobre él. Después, mirando hacia todas direcciones, se alejó de allí. (Al Sherman, 24 horas muriendo , Ediciones Ferma, 1962)

Un poema de Cardín

Alberto Cardín (1948-1992) ESCRIBIR escribir para no morir tarea idiota que odio placer que sólo da trabajo el tiempo de llenar un papel es tiempo ya de muerte y lleno sólo tiende un puente en el vacío                           ¿milagro? milagro es vivir lo cotidiano pasear por los rostros sortear la muerte que en cada cara me llama tarea de tántalo que sólo sobrellevo mientras no encuentre                           mi vía hacia la muerte mito del día en que habré logrado mi más hermoso texto (Alberto Cardín, Mi más hermoso texto. Poesía completa (1976-1983) , edición de Ernesto Castro Córdoba, Ultramarinos Editorial, Barcelona, 2016)

Cardín

La editorial barcelonesa Ultramarinos ha tenido la excelente idea de publicar la poesía completa de Alberto Cardín (1948-1992). Mi más hermoso tecxto , que así se titula la recopilación, reúne los poemarios que publicó  en vida Cardín y en la actualidad prácticamente inencontrables: Paciencia del destino , Despojos e Indículo de sombras , así como una serie de poemas inéditos escritos entre 1976 y 1983 y que se encuentran entre los papeles del Fondo Cardín de la Universidad de Oviedo, constituyen su producción poética. El volumen se complementa con ua selección de textos, de y sobre el escritor asturiano, que nos ilustran acerca de su fama de agitador cultural y polemista. Como dice el prologuista y editor del libro, Ernesto Castro Córdoba: "La dureza burlesca de sus consideraciones intempestivas, la brillantez de un discurso crítico apoyado en la sospecha y en la destrucción de la complacencia presentan una de las vías menos promocionadas de la Transición: la de aquellos