Bibliótafo


Para alcanzar un alto grado de placer en la formación de una biblioteca hay que viajar. El bibliótafo viajaba regularmente en busca de ejemplates. Su teoría era que el coleccionista debe ir al libro, no esperar a que el libro venga a él. Ningún cazador que se precie, decía, querría que le trajeran un ciervo vivo a su jardín para matarlo. La mitad del placer está en seguir a la presa hasta su escondite.
     Sólo en contadas ocasiones hacía pedidos por catálogo; normalmente iba de acá para allá, visitando a los libreros, buscando el libro deseado. Disfrutaba en aquellas tiendas en las quue el librero tenía toda su mercancía expuesta, las existencias eran abundantes y las sopresas habituales; donde el propietario estaba magníficamente bien infortmado sobre algunos aspectos e igualmente desinformado en otros.
     Compraba generosamente, nunca discutía un precio y dejaba su dinero con el aire del hombre que cree que el dinero que no se gasta es el origen de todos los males.

(Leon H. Vincent, El bibliótafo. Un coleccionista de libros, Editorial Periférica, 2015)

Comentarios

(4)
  1. De acuerdo, la búsqueda y hallazgo de un libro deseado es una de las actividades más apasionantes para quienes sabemos que entre sus páginas nos aguarda las palabras escritas para nosotros. Es una ilusión, ya lo sé, pero por ahora nunca me ha defraudado.

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  2. Es el juego en el que cualquier lector empedernido se pierde.

    Un tema encantador, gracias Jorge.

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  3. El libro me ha recordado al de Eugene Field "Los amores de un bibliómano". Ambos están en la misma onda.

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