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Mostrando entradas de julio, 2014

Vacación

Este blog, como es costumbre por estas fechas, se dispone a tomarse unas semanas de vacaciones. Gracias a todos los lectores por su perseverancia. Volveré a finales de agosto. Buen verano y mejores lecturas.

Lackington

El publicista Charles Knight escribió una evocadora semblanza de James Lackington en su libro The Shadows of the Old Booksellers (1865), la cual fue editada con el título de El zapatero librero por la valenciana Editorial Castalia en 1947, en su colección "Gallardo" de opúsculos para bibliófilos, con traducción de M. Cardenal de Iracheta. Lackington fue famoso por haber fundado en Londres, en Finsbury Square, la tienda Lackington, Allen y Compañía, más conocida por El Templo de las Musas, "donde casi medio millón de volúmenes están constantemente a la venta".  El Templo de las Musas Lackington había nacido en 1746, en Wellington, de familia muy pobre, Cuando tuvo catorce años sus padres le pusieron de aprendiz de un zapatero en Tauton. Más tarde se independizó y se trasladó a Bristol. En torno a los treinta volvió a Londres y abrió una pequeña librería en la calle Chiswell. A partir de entonces su negocio no dejó de crecer, gracias sobre todo a sus novedos

Papeletas

         Las papeletas para convidar las señoras que vayan en medio pliego con la hoja en blanco; esto es, quartilla apaysada, tendrán de ancho de 22 á 24 emes, y se harán de cursiva, con los nombres de versalitas.      Las de quartilla con la hoja tambien en blanco tendrán 16 emes. Si se tiran muchas se harán dos para tirarse juntas, poniendo en el medianil 7 líneas de parangona.      Regularmente quando convidan señores se hacen esquelas de cursiva, y los nombres de versalitas de redondo. Por lo comun se estilan unas y otras para participar casamientos. (Juan Josef Sigüenza y Vera, Mecanismo del arte de la imprenta para facilidad de los operarios que le exerzan . Madrid, Imprenta de la Compañía, 1811)

La Gran Desgracia

El centenario del inicio de la Primera Guerra Mundial ha propiciado el recuerdo, y en algunos casos la reedición, de novelas que tratan este tema bajo diversas perspectivas. Así, suelen citarse las más conocidas, como Adiós a las armas , de Ernest Hemingway; Sin novedad en el frente , de Erich Maria Remarque, El fuego , de Henri Barbusse, Tempestades de acero , de Ernst Junger... y otras menos conocidas: El buen soldado Schweik , de Jaroslav Hasek o Los que teníamos doce años , de Ernst Glaeser. (En esta última novela, en la que guerra es vista desde la retaguardia alemana por un adolescente, se dice: "La guerra son nuestros padres"). Pero ahora quiero aquí mencionar un cuento que, a pesar de su brevedad, resume toda la crueldad y el absurdo de la guerra. Se trata de El miedo (Gallo Nero, 2010), del escritor italiano Federico De Roberto (1861-1927), relato crudo y verista , publicado en 1921. En un pasaje del mismo escribe De Roberto:     "La guerra es dura, pero,

Encuentro en Elstree School

Edward Sanderson (izquierda) y John Galsworthy (derecha) a bordo del Torrens en 1893. Edward ("Ted") Sanderson fue el compañero de viaje del futuro escritor John Galsworthy en 1893 cuando los dos hombres, tras un infructuoso tour por el Sur del Pacífico en busca de Robert Louis Stevenson, se embarcaron en Australia de vuelta a Europa en el Torrens , donde encontraron a Joseph Conrad, el primer oficial del barco. Este fue el inicio de una larga amistad entre los tres. La familia de Sanderson era propietaria de una escuela preparatoria en Elstree, Hertfordshire; y una vez instalado en Inglaterra Conrad visitaba con frecuencia a Ted en dicha escuela, de la que fue director durante muchos años. Un sábado del verano de 1920 un alumno interno de Elstree, Edouard Roditi, se hallaba practicando el piano en una de las salas del colegio cuando Ted Sanderson se le acercó y le dijo: "Roditi, venga conmigo que le presentaré al señor Conrad. Le encanta hablar francés y tal

Jamones y jamonas

A pie, me introduje por la calle Escudillers. Era de noche y brillaban las luces de reclamo de los establecimientos a un lado y otro de la calzada.     Las estrechas aceras obligaban a caminar por el asfalto para no tropezar con los que venían en dirección contraria.     Me detuve ante el Tequila, un bar donde se podían encontrar muchas cosas de las que buscan los solitarios y los insatisfechos.     (...)     Me acodé en la larga barra, casi al fondo del local. Había mucho humo y olía a humanidad, a tabaco y a otras cosas de difícil clasificación.     -¿Me das fuego? -me preguntó una voz de mujer.     Me volví y vi a una rubia teñida con ojos excesivamente pintados, labios cargados de rouge y un aire de cansancio que en vano trataba de disimular con una sonrisa forzada.     Le encendí el cigarrillo y pregunté:     -¿Está la Dolly?     Puso un gesto de asco y miró en derredor.     -Debe de estar con algún amigo.    -¿Cliente?     ¿No te voy mejor yo? Quizá tú mismo te sor

¿Versión integra o abreviada?

Leo en el Times Literary Supplement, del pasado 20 de junio, la reseña que Martin Beagles hace de la novela de Antonio Muñoz Molina In the Night of Time (Houghton Mifflin Harcourt, 2013), traducción al inglés de La noche de los tiempos . Lo que más me llama la atención de la reseña es el espacio (en torno a las dos terceras partes de la misma) que Beagles dedica a comentar la extensión del libro. La edición original tenía 958 páginas, mientras que esta es considerablemente más corta: 641 páginas (aproximadamente un 20% menos). "Aunque no hay mención de ello ni en el libro ni en el material publicitario -dice Beagles- la traducción de Edith Grossman lo reduce a tal extensión que parece correcto hablar de una abreviación". Al parecer, y según indica el reseñista, el número de capítulos y sus seciones es el mismo, pero es raro encontrar un pasaje que no haya sido recortado. Los cortes varían en extensión. A veces es solo una palabra -generalmente un adjetivo-, pero en otra

Un poema de Vinyoli

TRABAJO DE VIEJO Al atardecer, fuera del pueblo, paseo, buscando aquello que nunca encontraré. Trabo palabras con dolor y recuerdos de gozos vividos. Famélicos gatos acuden a devorarme. Sueños, habéis huído. Palpo la roca y el árbol y me apoyo en él. Ya es hora de volver a casa. Viejo, llevo en la mano la piedra del poema. ("Feina de vell", en: A hores petites , Ed. Crítica, 1981. Traducción: J. O.)

Vinyoli

Este señor con cara de enfurruñado podría pasar por el poeta Philip Larkin. Pero no lo es. Se trata de Joan Vinyoli, también poeta, de quien se cumplen hoy los cien años de su nacimiento. Joan Vinyoli i Pladevall es uno de los más importantes poetas catalanes de la segunda mitad del siglo XX. Nunca logró la nombradía y la populatridad de otros poetas coetáneos, como Foix, Espriu o Ferrater, pero su obra poética brilla con singular fuerza y esplendor. De formación autodidacta (sus estudios se vieron truncados a causa de la guerra civil), sus inicios poéticos están marcados por el existencialismo y la influencia de la poesía alemana, en especial de Rilke y Hölderlin. Esta influencia se irá desvaneciendo a partir de los años cincuenta, de modo que en los libros El callat (1956) y Realitats (1963), muestra ya un mayor apego a la realidad y la presencia de la vida diaria. En estos años, sin embargo, la voz de Vinyoli no sobrepasa la de un círculo minoritario, y no es hasta 1970, con