Ir al contenido principal

Higiénico precepto



Séptimo precepto. No mojar la punta de los dedos para dar más fácilmente vuelta a las hojas.

Desde El nombre de la rosa algunos recalcitrantes adeptos a esta práctica se han hecho eco de esta húmeda costumbre y se están pensando dos veces depositar su valiosísima saliva en los bordes superiores del papel de un libro no salido impoluto de la imprenta. Esta bárbaro e inconsciente hábito antihigiénico puede tener perniciosas consecuencias para la salud de uno mismo, y lo que es peor, para la de los que vengan detrás de nosotros a posar sus dedos en el mismo ejemplar. Aporta Cunha el testimonio de un artículo de 1907 del Doctor Pedro Lantaro Ferrer, "El contagio de las enfermedades por los libros", donde se comenta una epidemia de tuberculosis a comienzos de siglo en la Rusia meridional porque los empleados del Archivo de Kharkof, tuberculosos en el segundo periodo de la enfermedad, tenían la mala costumbre de pasar las páginas con los dedos mojados en saliva, contagiando a todos los que consultaban los legajos; en el mismo trabajo extiende además sus preventivas advertencias a los colegios y oficinas. Cunha incluye en este precepto a las bibliotecas públicas y recuerda la muerte de Carlos IX de Francia, envenenado por el mismo sistema que usaba Fray Jorge de Burgos con los lectores de Aristóteles.

(Víctor Infantes, La biblia del bibliófilo. Turpin Editores, 2013)
     


Comentarios

  1. Me has recordado a una persona que conocí hace años y llevaba siempre puestos en cualquier estación del año, unos guantes finos en sus manos.
    Le pregunté y me dijo que trabajaba en un banco y que el dinero era lo que más enfermedades transmitía. Seguro que en su vicio de contarlo no le hacía falta mojarse los dedos, pero se obsecionó con todo lo que tocaba.

    Nunca me he mojado los dedos para pasar página, pero sí para otras cosillas.

    Curiosa anéctoda.

    Saludos

    ResponderEliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  5. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  6. Lo del hombre del banco con guantes es de novela de Dickens. Y si lo piensas bien, ¡no le falta razón!
    Saludos.

    ResponderEliminar
  7. Y dónde quedo eso de coger la siguiente página y tenerla entre tu mano hasta que la pasas? Aún hoy en día hay gente que realiza esta salivosa manera de pasar página y tengo que decir que no me gusta nada! Personalmente, cuando leo, en mi mano derecha tengo mi hoja bien localizada para pasarla cuando sea pertinente, pero nunca con saliva! Eso son palabras mayores!

    ResponderEliminar
  8. Haces bien, Airin. ¡Fuera saliva!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares

Criterion

  Sin lugar a dudas, The Criterion , fundado y editado por T. S. Eliot en 1922, es una de las mejores revistas literarias británicas del siglo XX. La nómina de colaboradores que tuvo este magazine trimestral, hasta su último número publicado en 1939, conforma un catálogo bastante representativo de lo más granado de la intelectualidad, no solo británica, del período de entreguerras. En sus páginas escribieron luminarias como Pound, Yeats, Proust o Valéry, por citar solo cuatro.   El primer número de The Criterion , salido en octubre de aquel annus mirabilis , es realmente impactante y marca el sello característico de su editor, expresado a través de sus "Commentary"; a saber, la compatibilidad entre una ideología ideología católica y conservadora y una defensa a ultranza de la vanguardia modernista. En este ya mítico número 1, se incluye, por ejemplo, la primera aparición en letra impresa de The Waste Land de Eliot, y la crítica encomiástica de Valéry Larbaud del Ulises, de

Premio Nadal 1944

El jurado del primer Premio "Eugenio Nadal" (Café Suizo, Barcelona, 6 de enero de 1945). De izquierda a derecha: Juan Ramón Masoliver, Josep Vergés, Rafael Vázquez Zamora, Joan Teixidor e Ignacio Agustí.  En un artículo titulado "Premios literarios, cartas marcadas", publicado recientemente en un diario digital su autor Daniel Rosell analiza el trasfondo de premios tan prestigiosos como el Nadal y el Planeta a lo largo de su ya larga historia. Refiriéndose al primero de ellos, Rosell escribe: "Siempre hay alguien que recuerda que el el primer premio Nadal lo ganó una desconocida Carmen Laforet, que se impuso a González Ruano, a quien se le había garantizado el premio." Y añade: "Es emotivo, incluso tiene elementos épicos la historia de una joven desconocida que se alza con un galardón literario al que aspiraban los nombres -todos masculinos- consagrados de las letras de entonces, pero ¿por qué no poner el acento en González Ruano? (...) En otra

Pìanos mecánicos

De Los organillos , de Henri-François Rey, publicada a principios de los años sesenta, recordaba más su versión cinematográfica, titulada Los pianos mecánicos como el original francés, que la propia novela. Yo estaba en Cadaqués el verano en que se rodó la película, y tuve la ocasión de ver de cerca a dos de sus intérpretes más conocidos: James Mason y Hardy Krüger. La protagonista femenina era Melina Mercouri, pero a ella no tuve la suerte de verla. El filme lo dirigió Juan Antonio Bardem y, aunnque no es una de sus mejores películas, sí es una de sus producciones internacionales de más éxito comercial. A Henri-François Rey, que pasaba largas temporadas en Cadaqués (Caldeya en la ficción), también lo  tenía visto por el bar Marítim o el café Melitón (título, por cierto, de su última novela). En su momento la novela fue un éxito de ventas y de crítica (llegó a finalista del Goncourt y ganó el Interallié).Leída al cabo de los años puedo asegurar que no solo se sostiene muy bien