Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de febrero, 2014

Higiénico precepto

Séptimo precepto . No mojar la punta de los dedos para dar más fácilmente vuelta a las hojas . Desde El nombre de la rosa algunos recalcitrantes adeptos a esta práctica se han hecho eco de esta húmeda costumbre y se están pensando dos veces depositar su valiosísima saliva en los bordes superiores del papel de un libro no salido impoluto de la imprenta. Esta bárbaro e inconsciente hábito antihigiénico puede tener perniciosas consecuencias para la salud de uno mismo, y lo que es peor, para la de los que vengan detrás de nosotros a posar sus dedos en el mismo ejemplar. Aporta Cunha el testimonio de un artículo de 1907 del Doctor Pedro Lantaro Ferrer, "El contagio de las enfermedades por los libros", donde se comenta una epidemia de tuberculosis a comienzos de siglo en la Rusia meridional porque los empleados del Archivo de Kharkof, tuberculosos en el segundo periodo de la enfermedad, tenían la mala costumbre de pasar las páginas con los dedos mojados en saliva, contagian

Ermitaños ornamentales

El retiro de Painshill, grabado de Friedrich Ludwig von Sckell A mediados de la década de 1770 un tal Mr. Hamilton puso un anuncio ofreciendo una plaza de ermitaño para su retiro de Painshill, en Cobham, Surrey. Para ello se le proveería de una Biblia, unas lentes para leer, una alfombrilla como lecho, un escabel como almohada y un reloj de arena para medir el tiempo. El agua y la comida irían por parte de la casa, pero no podría intercambiar palabra alguna con los sirvientes. Debería permanecer en el puesto siete años, no exceder en ningún caso los límites fijados, ir descalzo, vestir hábito de estameña y no cortarse la barba ni las uñas. De cumplir con todas y cada una de las condiciones, se le recompensaría con 700 guineas, pero si abandonaba antes del tiempo estipulado no recibiría nada. Al parecer una persona lo intentó, pero no pasó de las tres semanas. Los "ermitaños ornamentales" constituyen una de la formas de excentricidad -ya señalada por Edith Sitwell en I

Un hombre espera

    Un instante después, el comisario Myrick se tensaba ligeramente. Uno no pasa veinte años en vano al frente de una oficina de la Ley. Y en el mismo pueblo; uno, al cabo del tiempo, conoce el ambiente, lo huele. y es más: sabe exactamente lo que puede ocurrir en determinadas circunstancias.     Por ejemplo, un desusado silencio en Big Springs.     Un silencio que se había hecho de pronto.     Es como el silencio de la muerte que llega por sorpresa.     Casi todos los ruidos de la calle se habían apagado; solo quedaba un colorido rosa pálido sobre el polvo, unos pequeños remolinos del viento... Y un ambiente extraño, que incluso penetraba por la puerta entreabierta de la oficina. El comisario Myrick se puso en pie, y se acercó a la puerta, para olfatear aquella extraña tensión. Unos segundos más tarde, lo estaba viendo.     Una calle casi solitaria, con los porches vacíos, solo algunos caballos trabados con los ataderos, y los últimos zumbidos de las moscas; una calle con lig

Summers

Este reverendo de aspecto bonachón y un tanto melifluo es Montague Summers (1880-1948), en su tiempo uno de los mayores especialistas en literatura de lo oculto y lo sobrenatural. Estudió en el Trinity College y fue ordenado diácono anglicano en 1908. Destinado a una parroquia de Bristol fue acusado de pederastia, pero en el juicio fue encontrado inocente. En un momento del proceso, Summers dejó la Iglesia de Inglaterra, se convirtió al catolicismo y fue ordenado sacerdote. Más tarde se estableció en Oxford. Su portentosa erudición abarcó desde la brujería al sanguinolento teatro de la Restauración, pasando por los vampiros, los demonios, los fantasmas y los hombres lobo. Entre sus muchas obras se pueden destacar: The Vampire in Europe (1929), The Werewolf (1933), The Gothic Quest: A History of the Gothic Novel (1938) y Witchcraft and Black Magic (1946). En los últimos años de su vida Summers también rescató del olvido y editó numerosos romances góticos y de terror, entre ellos

Gavala

Juan Gavala y Laborde (1885-1977) Juan Gavala y Laborde fue un distinguido ingeniero de minas y geólogo, muy vinculado al Puerto de Santa María, que trabajó fundamentalmente en la región andaluza, cartografiando varias hojas del Mapa Geológico de España a escala 1.50.000, entre ellas la nº 1.061, correspondiente a Cádiz, cuya explicación, publicada en 1959, lleva el singular título de La Geología de la Costa y Bahía de Cádiz y el poema "Ora Maritima", de Avieno. El interés de Gavala por el el poema geográfico latino de Rufo Festo Avieno se remonta a poco antes de la guerra civil cuando se hallaba preparando la memoria de la hoja de Asperillo. En este tiempo tuvo conocimiento del libro de Adolf Schulten Tartessos. Contribución a la historia antigua de Eccidente (1924), en el que se citan varios pasajes de de la Ora Maritima referentes a la costa gaditana. A partir de entonces Gavala se propuso estudiar con detenimiento las correspondencias entre las descripciones de

Idioma soñado

Mapa de la isla de Rapa Iti, Islas Australes (Polinesia Francesa) En una pequeña ciudad en una ladera de los Vosgos un chico de dieciséis años es visitado en sueños de forma recurrente por alguien que le enseña un idioma completamente desconocido. Pronto el joven Marc Liblin habla esa lengua con fluidez, aunque sigue sin saber de dónde viene ese idioma o incluso si realmente existe. Es un chico solitario, hijo único, superdotado y está sediento de nuevos conocimientos. En su juventud se alimentó más de libros que de pan. Coin treinta y tres años es un vagabundo que vive al margen de la sociedad de Bretaña, donde llama la atención de un grupo de investigadores de la Universidad de Rennes que desean codificar y traducir ese lenguaje soñado. Durante dos años introducen esos extraños fonemas que articula Liblin en las primeras computadoras de la Universidad, pero todo es en vano, ningún ordenador encuentra una pauta en esos sonidos inconexos. En un momento de frustración, se les ocurr

El gran momento

Manuel Halcón (1903-1989) Una de las alegrías que aguardan al escritor mediada su obra es la de prometerse a sí mismo la continuación. Para que esto prenda en la conciencia hay que haber pasado la experiencia de los lectores. Lectores que sean amigos del libro de uno, pero no de uno. Un lector que no deba nada al autor, ni siqueira al ejemplar. Ha de saber también dónde ha podido llegar con su mala intención un crítico adverso. ¿Puede destruir a un autor? He sentido en mi carne que uno lo ha intentado sin tomarse el trabajo de demostrar nada. Lo único que ha conseguido es que algún otro crítico no se atreva a elogiarme. Tampoco está mal tener algo enfrente. Aún me queda mucho por saber de mi modesta obra. Pienso, igual que cada uno, escribir el libro de la esperanza, que llene mi alma. El alma de escritor que no piensa sólo en el público, que redacta su testamento espiritual sin prisa porque escribe para él, sin otra pretensión que la de darle libertad a su verdad ín

¿Crimen o accidente?

 -Ha sido con atropina -murmuró pesadamente-. Un envenenamiento fulminante e irremediable.    (...)    -Todo debió suceder a causa de una terrible confusión -exclamó poco a poco-. Mi mujer tomaba estupefacientes ¿no lo sabías? y era desordenada en su vida interior. La atropina figuraba entre el revoltijo de pequeños frascos, porque alguien se la recomendó como poderoso estimulante. Esta noche...    Una luz de secreta incredulidad llenaba las pupilas de Valderrey.    -¿Crees que con la atracción de la fiesta era oportuno acudir en busca de la vida ficticia de una droga? -preguntó acusador.    -Habíamos sostenido una discusión desagradable y trascendental, que por una vez le robó a Elsa el humor -repuso Gabriel con trágica sencillez-. Sí, comprendo que buscara el falso placer de la cocaína y también que vertiera excesiva cantidad en el vaso; incluso que no se preocupara de asegurarse acerca de la autencidad del contenido ansiado.    Joaquín se puso en pie nervioso, dando algunos