Ir al contenido principal

Literatura de ceño fruncido

En las novelas del siglo XVIII los personajes, tanto hombres como mujeres, suelen ser de lágrima fácil y los lloros a moco tendido, frecuentes (el pañuelo es aquí prenda imprescindible).
En la novela decimonónica, en cambio, son los sofocos, vahídos y desmayos (que rápidamente se alivian gracias al socorrido frasco de las sales) los que abundan, sobre todo entre las protagonistas femeninas, sean damas o damiselas. También se ruborizan con facilidad y dan respingos y hacen mohínes.
¿Y en la novela del siglo XX, qué les pasa a los personajes?
Pues pasa que casi todo el mundo, en un momento u otro, "frunce el ceño".
Hay que ver la de veces que los personajes en las novelas contemporáneas arrugan el entrecejo. Eso si no les da por "enarcar las cejas".
Total, que se pasan el tiempo haciendo visajes.
   

Comentarios

  1. Sí, está en lo cierto y los efectos colaterales de empeñarse en dotar a tal gesto de universal representación de la emoción, sea la que fuere, son devastadores. No hay más que fijarse en la abundancia de arrugas en la frente, sobre todo las mujeres que, al fin, somos las que más leemos. Algún día los escritores deberán de asumir su culpabilidad en la creación de esas horrendas arrugas verticales del entrecejo.
    Confío en que no se ponga de moda la frase leída en una novela del XXI: apretó los dientes y guiñó los ojos, luego sonrió con sarcasmo antes de salir por la puerta. ¿Se imagina el estropicio estético si esa frase triunfa? Un horror.

    ResponderEliminar
  2. Es evidente que hay una tendencia a dejarse llevar por los clichés más manidos. Seguramente por pereza mental a la hora de escribir.
    Saludos.

    ResponderEliminar
  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares

Criterion

  Sin lugar a dudas, The Criterion , fundado y editado por T. S. Eliot en 1922, es una de las mejores revistas literarias británicas del siglo XX. La nómina de colaboradores que tuvo este magazine trimestral, hasta su último número publicado en 1939, conforma un catálogo bastante representativo de lo más granado de la intelectualidad, no solo británica, del período de entreguerras. En sus páginas escribieron luminarias como Pound, Yeats, Proust o Valéry, por citar solo cuatro.   El primer número de The Criterion , salido en octubre de aquel annus mirabilis , es realmente impactante y marca el sello característico de su editor, expresado a través de sus "Commentary"; a saber, la compatibilidad entre una ideología ideología católica y conservadora y una defensa a ultranza de la vanguardia modernista. En este ya mítico número 1, se incluye, por ejemplo, la primera aparición en letra impresa de The Waste Land de Eliot, y la crítica encomiástica de Valéry Larbaud del Ulises, de

Premio Nadal 1944

El jurado del primer Premio "Eugenio Nadal" (Café Suizo, Barcelona, 6 de enero de 1945). De izquierda a derecha: Juan Ramón Masoliver, Josep Vergés, Rafael Vázquez Zamora, Joan Teixidor e Ignacio Agustí.  En un artículo titulado "Premios literarios, cartas marcadas", publicado recientemente en un diario digital su autor Daniel Rosell analiza el trasfondo de premios tan prestigiosos como el Nadal y el Planeta a lo largo de su ya larga historia. Refiriéndose al primero de ellos, Rosell escribe: "Siempre hay alguien que recuerda que el el primer premio Nadal lo ganó una desconocida Carmen Laforet, que se impuso a González Ruano, a quien se le había garantizado el premio." Y añade: "Es emotivo, incluso tiene elementos épicos la historia de una joven desconocida que se alza con un galardón literario al que aspiraban los nombres -todos masculinos- consagrados de las letras de entonces, pero ¿por qué no poner el acento en González Ruano? (...) En otra

Pìanos mecánicos

De Los organillos , de Henri-François Rey, publicada a principios de los años sesenta, recordaba más su versión cinematográfica, titulada Los pianos mecánicos como el original francés, que la propia novela. Yo estaba en Cadaqués el verano en que se rodó la película, y tuve la ocasión de ver de cerca a dos de sus intérpretes más conocidos: James Mason y Hardy Krüger. La protagonista femenina era Melina Mercouri, pero a ella no tuve la suerte de verla. El filme lo dirigió Juan Antonio Bardem y, aunnque no es una de sus mejores películas, sí es una de sus producciones internacionales de más éxito comercial. A Henri-François Rey, que pasaba largas temporadas en Cadaqués (Caldeya en la ficción), también lo  tenía visto por el bar Marítim o el café Melitón (título, por cierto, de su última novela). En su momento la novela fue un éxito de ventas y de crítica (llegó a finalista del Goncourt y ganó el Interallié).Leída al cabo de los años puedo asegurar que no solo se sostiene muy bien