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Mostrando entradas de julio, 2012

Vacaciones

"Alguna vez pensaba que aquel verano no se acabaría nunca y, al mismo tiempo, que había que apresurarse a disfrutarlo, porque, cuando cambiara la estación, pasaría alguna cosa." (Cesare Pavese, El bello verano ) Nota: Como viene siendo habitual, este blog se toma vacaciones durante el mes de agosto. Así pues, buen verano y hasta septiembre.  

Forma de entrar

Rolando Hollis entró en Cobre con el aspecto de quien jamás ha pegado a un perro y es capaz de soportar a todos los niños del mundo. ( Aguas prohibi das , de José Mallorquí)

Bulwer-Lytton

Edward Bulwer-Lytton (1803-1873) Retrato incluído en la edición de Aguilar (Colección Crisol)  Edward Bulwer-Lytton fue un escritor inglés cuyas novelas fueron muy leídas en su tiempo, pero que en la actualidad  solo una de ellas es recordada. Se trata de Los últimos días de Pompeya (1834), que tuvo un gran éxito de público y con la que puso de moda la novela "arqueológica".La obra está ambientada en Pompeya el siglo I d.de C. y narra la suerte de varios de sus habitantes, encabezados por el joven griego Glauco y su amada Ione. El clímax de la novela coincide con la histórica erupción del Vesubio en el año 79, que acabó con la ciudad romana. El autor, siguiendo las crónicas de Plinio el Joven y de Dión Casio, describe con una prosa enfática y colorida la terrible catástrofe natural, dosificando hábilmente sus fases paroxísmicas y preparando al lector para el desenlace final.  Lo primero que perciben los pompeyanos es "una inmensa nube que se alzaba de la cumb

Todo es relativo

Jack Palance: "¿Crees que soy el peor hombre del mundo?" Ida Lupino: "El mundo es muy grande. Tú has sido el peor de mi vida." ( El gran cuchillo , 1955, de Robert Aldrich. Guión de Clifford Odets y James Poe)

Vastas montañas de libros

Thomas Wolfe (1900-1938) En la universidad me paseaba por la gran biblioteca hasta altas horas de la noche, sacando libros de las mil estanterías y leyéndolos todos como un poseso. La sola idea de estas vastas montañas de libros me volvía loco; cuanto más leía, menos parecía saber; cuantos más libros leía, mayor me parecía el número, cada vez más inconmensurable, de libros que nunca llegaría a leer. En un período de diez años leí al menos veinte mil volúmenes (he rebajado deliberadamente la cifra) y recorrí al vuelo las páginas de una cantidad muchas veces superior. Si esto parece inverosímil, lo lamento, pero fue así. A la larga, toda esta terrible orgía de libros no me reportó ningún confort, ni paz, ni sabiduría para la mente o el corazón. Al contrario, mi furia y desesperación aumentaron, alimentándose de sí mismas; mi hambre aumentó sin tregua y su alimento sólo la hizo crecer y crecer. (Thomas Wolfe, Una puerta que nunca encontré , Editorial Periférica, 2012. Traducció

Un libro de críticas

El escritor galés Arthur Machen (1863-1947) es recordado sobre todo por sus narraciones de carácter fantástico, donde lo sobrenatural y feérico se combinan con el horror y la amenaza del mal. Entre sus obras más importantes, que más gozaron del favor de público, destacan las novelas El gran dios Pan (1894) y Los tres impostores (1895). En casi todas sus obras, dijo Borges, hay sueños adentro de sueños, que forman un juego de espejos. A mediados de los años veinte del pasado siglo, sin embargo, su popularidad decayó sensiblemente, con la excepción de Estados Unidos donde todavía retenía un nutrido grupo de fieles lectores. Es en este momento cuando Machen da a la luz un curioso libro: Precious Balms (1924). Publicado por la editorial londinese Spurr & Swift, en una edición de 250 ejemplares numerados y firmados por el autor, Precious Balms no es una novela o un libro de cuentos, sino una recopilación de las críticas -la mayoría  negativas- que a lo largo de los años habían rec

Mineros

Llegamos al punto, al tajo, un espacio de poco más de dos metros de diámetro en medio de una gigantesca veta de carbón que el picador enfrentaba de pie. Por delante, una irregular y brillante pared negra que el martillo, empejado por el brazo robusto del minero, perforaba sin cesar. El ensordecedor ruido, el polvo negro que lo invadía todo, la brutalidad del impacto de aquel martillo neumático sobre la pared de carbón, la descomunal fuerza del minero, nos dejaron atónitos (...). Era el trabajo que realizaba todos los días aquel hombre. No dejó de hacerlo, por cierto, durante los cinco minutos que nos tuvo detrás, acurrucados. Sólo nos dedicó un gesto con la mitrada cuando llegamos a su altura. Sus ojos verdes parecían olivinas enormes. Luego siguió a su faena, sin detenerse, con toda la naturalidad del mundo. Haciendo su trabajo. (Juanjo Barral, Ya entiendo , La Última Canana de Pancho Villa, 2012)

Un poema de Sevillano

TERMÓPILAS Amanece. Los cuervos han llegado al banquete que ofrece la batalla. Los griegos, mutilados y deshechos, pudriéndose al calor de un sol angosto. Caballos abatidos en la arena, cabezas deshojadas como yelmos, armaduras rasgadas como harapos definen el horror de la contienda. Hace solo unas horas -o hace siglos- unos pocos valientes se enfrentaron al pecado supremo de los hombres. La tiranía, prístina en el tiempo, en un desfiladero se esfumó entre el valor, la gloria y la gangrena. La lección de los griegos vivirá esculpida en la lápida del tiempo: alcanzar la victoria en la derrota. (José Luis Sevillano, La victoria en la derrota , Ediciones de la Universidad de Oviedo, 2012)

El alegre Tapley

Mark Tapley El mundo novelístico de Charles Dickens es rico en personajes secundarios. Mark Tapley es uno de ellos. Su papel en Martin Chuzzlewit (1844), es episódico, pero su personalidad es recordable. Mark Tapley, mozo de la posada del Dragón Azul, tiene un propósito: permanecer de buen humor por penosas que sean las circunstacias de la vida. Tan convencido está Tapley de la excelencia de esta virtud que incluso desearía vivir con más dureza si cabe a fin de valorar más su alegría de vivir. Para Mark la posada del Dragón Azul es un sitio divertido y hasta confortable, y su patrona una bellísima persona, por lo que no hay ningún mérito en conservar el buen humor. Por esto quiere Tapley abandonar la posada. Al caballero Tom Pinch le confiesa su intención de cambiar de empleo y hacerse "algo así como sepulturero". "Sí, dijo Mark, es un buen oficio, húmedo y agusanado, y quizá pudiera haber en ello cierto mérito manteniéndose alegre con el espíritu ocupado por t

Balas

"Las balas son democráticas. Matan tanto a los buenos como a los malos." (Rock Hudson en Fiebre de venganza, 1953, de Raoul Walsh. Guión de Irving Wallace y Roy Huggins)

La hotentota

Hotentota bosjesmana, en Historia natural del jénero humano , de Virey DE LAS LUPIAS GRASAS DEL COCCIX DE ALGUNAS HOTENTOTAS Levaillant, que al parecer fue el primero que vio las Hotentotas de la tribu de las Huzuanas, cargadas, o si se quiere, ataviadas de estas singulares almohadillas grasas, situadas más arriba de cada alga, observó que vibraban y zarandeaban todas cuantas veces se ajitaba el individuo; y vio además que los Hotentotillos se afianzaban en estas sobresalencias, sin que la madre tuviese necesidad de aguantarlos. Las lupias coccijianas de las Hotentota Sarah experimentaban igual temblequeo (...) Hanse notado más arriba de los grandes glúteos de esta Hotentota, enormes agolpamientos de una grasa casi líquida, o difluente y trémula como la jelatina. Dicha grasa estaba contenida como lardo blando entre las láminas muy separadas del tejido celular o lameloso subcutáneo de aquellas partes, y se estendía blandamente en torno a las caderas, aumentando su aparente g