Ir al contenido principal

Mervyn Peake

Mervyn Peake en 1946 (En: Vast Alchemies. The Life and Work
of Mervyn Peake
, 2000, de G. Peter Winnington)


Mervyn Peake, nacido en China en 1911 pero educado en Inglaterra, se dio a conocer como artista, dramaturgo y poeta y logró cierta fama como dibujante ilustrando libros de Coleredige, Lewis Carroll y R. L. Stevenson. En la II Guerra Mundial fue comisionado como war artist. En 1945 visitó el campo de concentración de Belsen con un grupo de periodistas. Los horrores de la guerra y el exterminio le marcarían profundamente para siempre.
Después de la guerra Peake se dedicó preferentemente a la escritura. Un ambiente de desolación y ruina, producto de aquellos sombríos años impregna la llamada "trilogía de Gormenghast". El primer volumen de esta trilogía fue Titus Groan (1946); cuatro años más tarde saldría el segundo, Gormenghast, que le valdría el premio de la Fundación W. H. Heinemann; finalmente el ciclo se cerraría con Titus Alone (1959). Estas novelas le dieron a Peake un renombre que desplazó a un segundo lugar su apreciación como pintor y poeta. Sin embargo, la trilogía de Gormenghast caería también, tras un moderado éxito de crítica y público, en un rápido olvido. Habría que esperar tras la muerte de Peake en 1968 y a los nuevos aires que corrían, más favorables a las fantasías de Tolkien, Moorcock y compañía, para que Peake volviera ser tenido en cuenta como uno de los autores más imaginativos de su generación.
La trilogía narra la historia de Titus, hijo de lord Sepulcravo, heredero y último de los condes de Groan. La acción se sitúa en un tiempo difuso en el que parece haberse detenido el péndulo. El desmoronante castillo de Gormenghast, con sus formidables defensas, lóbregas estancias y laberínticos pasadizos, tiene algo de kafkiano. En él deambulan extravagantes personajes y las escenas grotescas, casi guiñolescas, alternan con otras que parecen sacadas de los tétricos bastidores góticos. Gormenghast es un símbolo de decadencia y ruina, y de un modo u otro todos pertenecemos a un Gormenghast del que no podemos escapar. Como le dice la condesa a su hijo en el segundo volumen de la trilogía, "No hay ningún lugar más, no hay carretera, no hay camino sino el que te ha de conducir a casa. Porque todo vuelve a Gormneghast".

Comentarios

  1. Lupo Ayllán y Sus Dementes.4/1/11, 11:41

    ¡Qué casualidad ! Estoy leyendo ahora la trilogía.A mí a veces me recuerda el mundo de B. Schulz . Será por las metamorfosis en pajarracos y el opresivo mundo familiar. Parece un J. Gracq opiómano que no se toma en serio. Me pregunto si A. M. Matute conoce la obra de Peake.

    ResponderEliminar
  2. Desconozco si Matute conoce la trilogía de Gormenghast, pero no me extrañaría. Algunas similitudes pueden encontrarse. Pero también es cierto que en este tipo de fantasías más o menos "medievales" hay ciertos tópicos que se repiten.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares

Antillón

  Con el placer de costumbre leo en Lecturas y pasiones (Xordica, 2021), la más reciente recopilación de artículos de José Luis Melero, una referencia al geógrafo e historiador Isidoro de Antillón y Marzo, nacido y muerto en la localidad turolense de Santa Eulalia del Campo (1778-1814). Antillón fue un ilustrado en toda regla, liberal en lo político, que difundió sus ideas, entre ellas el antiesclavismo, a través de diversas publicaciones. Sus obras más relevantes son las de carácter geográfico, entre las que destaca Elementos de la geografía astronómica, natural y política de España y Portugal (1808). En esta obra se muestra crítico con otros geógrafos españoles (caso de Tomás López) y con los extranjeros que escribían sobre España (a excepción del naturalista Guillermo Bowles). Gracias a Jovellanos Antillón llegó a ser elegido diputado por Aragón en las Cortes de Cádiz. A su amigo y protector le dedicó Noticias históricas de D. Gaspar Melchor de Jovellanos , impreso en Palma de Mall

Como un río de corriente oscura y crecida

  Era un panorama extraño. En Barcelona, la habitual multitud nocturna paseaba Rambla abajo entre controles de policía regularmente repartidos, y la habitual bomba que explotaba en algún edificio inacabado (a causa de la huelga de los obreros de la construcción) parecía arrojar desde las calles laterales perqueñas riadas de gente nerviosa a la Rambla. Los carteristas, apaches, sospechosos vendedores ambulantes y relucientes mujeres que normalmente pueden verse en las callejuelas se infiltraban entre las buenas familias burguesas, las brigadas de obreros de rostro endurecido, las tropillas de estudiantes y jóvenes que deambulaban por la ciudad. La multitud se desparramaba lentamente por la Rambla, como un río de corriente oscura y crecida. Apareció un ejército de detectives, de bolsillos abultados, apostados en cada café, vagueando por la Rambla y enganchando, de un modo vengativamente suspicaz, a algunos transeúntes elegidos por alguna singular razón, hasta el punto de que incluso esta

Premio Nadal 1944

El jurado del primer Premio "Eugenio Nadal" (Café Suizo, Barcelona, 6 de enero de 1945). De izquierda a derecha: Juan Ramón Masoliver, Josep Vergés, Rafael Vázquez Zamora, Joan Teixidor e Ignacio Agustí.  En un artículo titulado "Premios literarios, cartas marcadas", publicado recientemente en un diario digital su autor Daniel Rosell analiza el trasfondo de premios tan prestigiosos como el Nadal y el Planeta a lo largo de su ya larga historia. Refiriéndose al primero de ellos, Rosell escribe: "Siempre hay alguien que recuerda que el el primer premio Nadal lo ganó una desconocida Carmen Laforet, que se impuso a González Ruano, a quien se le había garantizado el premio." Y añade: "Es emotivo, incluso tiene elementos épicos la historia de una joven desconocida que se alza con un galardón literario al que aspiraban los nombres -todos masculinos- consagrados de las letras de entonces, pero ¿por qué no poner el acento en González Ruano? (...) En otra