Ir al contenido principal

El magalosauro de Dickens

En el primer párrafo de la novela Casa desolada (Bleak House, 1852-53), Charles Dickens nos presenta un Londres intransitable y fantasmagórico, con una sorprendente alusión paleontológica: “Implacable tiempo de noviembre. Tanto barro en las calles como si las aguas acabaran de retirarse momentos antes de la faz de la Tierra, y no sería de extrañar encontrarse con un Megalosaurus de más o menos doce metros de largo, marchando pesadamente, como un lagarto elefantino, en dirección a Holborn Hill” En una reciente edición anotada de esta novela (Valdemar, 2008), hay nota aclaratoria para Holborn Hill, pero no para Megalosaurus; tal vez en la creencia de que el lector de hoy en día ya sabe qué cosa es un megalosauro.
La primera noticia escrita del Megalosaurus (“lagarto grande”) la dio en 1822 un médico llamado James Parkinson, quien habría de ser recordado por la enfermedad que lleva su nombre. Parkinson analizó un gran diente fósil encontrado en Stonesfield, llegando a la conclusión de que debía pertenecer a un reptil de gran tamaño Dos años más tarde el excéntrico geólogo William Buckland publicó una descripción del esqueleto de un Megalosaurus, adelantándose en ello a Gideon Mantell, conocido recolector de fósiles y descubridor del Iguanodon.
Años más tarde, el Megalosaurus sería uno de los dinosaurios modelados y expuestos en el Crystal Palace, que había sido desmantelado después de la Gran Exposición de 1851 y vuelto a edificar en un parque de Sydenham, en las afueras de Londres. Las reproducciones, a tamaño natural, fueron obra de escultor Benjamin Waterhouse Hawkins, asesorado por el anatomista y paleontólogo Richard Owen, del Museo de Historia Natural. Tras su apertura en 1854 el público acudió en masa a ver aquellos espantables monstruos prehistóricos, Ahora se sabe que, desde el punto de vista científico, todas las restauraciones eran erróneas; pero la muestra fue un éxito popular durante muchos años. Y lo que es seguro es que muchos de los visitantes, al ver el imponente Megalosaurus, se acordarían al instante de Dickens y su Casa desolada.

Comentarios

Entradas populares

Antillón

  Con el placer de costumbre leo en Lecturas y pasiones (Xordica, 2021), la más reciente recopilación de artículos de José Luis Melero, una referencia al geógrafo e historiador Isidoro de Antillón y Marzo, nacido y muerto en la localidad turolense de Santa Eulalia del Campo (1778-1814). Antillón fue un ilustrado en toda regla, liberal en lo político, que difundió sus ideas, entre ellas el antiesclavismo, a través de diversas publicaciones. Sus obras más relevantes son las de carácter geográfico, entre las que destaca Elementos de la geografía astronómica, natural y política de España y Portugal (1808). En esta obra se muestra crítico con otros geógrafos españoles (caso de Tomás López) y con los extranjeros que escribían sobre España (a excepción del naturalista Guillermo Bowles). Gracias a Jovellanos Antillón llegó a ser elegido diputado por Aragón en las Cortes de Cádiz. A su amigo y protector le dedicó Noticias históricas de D. Gaspar Melchor de Jovellanos , impreso en Palma de Mall

Como un río de corriente oscura y crecida

  Era un panorama extraño. En Barcelona, la habitual multitud nocturna paseaba Rambla abajo entre controles de policía regularmente repartidos, y la habitual bomba que explotaba en algún edificio inacabado (a causa de la huelga de los obreros de la construcción) parecía arrojar desde las calles laterales perqueñas riadas de gente nerviosa a la Rambla. Los carteristas, apaches, sospechosos vendedores ambulantes y relucientes mujeres que normalmente pueden verse en las callejuelas se infiltraban entre las buenas familias burguesas, las brigadas de obreros de rostro endurecido, las tropillas de estudiantes y jóvenes que deambulaban por la ciudad. La multitud se desparramaba lentamente por la Rambla, como un río de corriente oscura y crecida. Apareció un ejército de detectives, de bolsillos abultados, apostados en cada café, vagueando por la Rambla y enganchando, de un modo vengativamente suspicaz, a algunos transeúntes elegidos por alguna singular razón, hasta el punto de que incluso esta

Premio Nadal 1944

El jurado del primer Premio "Eugenio Nadal" (Café Suizo, Barcelona, 6 de enero de 1945). De izquierda a derecha: Juan Ramón Masoliver, Josep Vergés, Rafael Vázquez Zamora, Joan Teixidor e Ignacio Agustí.  En un artículo titulado "Premios literarios, cartas marcadas", publicado recientemente en un diario digital su autor Daniel Rosell analiza el trasfondo de premios tan prestigiosos como el Nadal y el Planeta a lo largo de su ya larga historia. Refiriéndose al primero de ellos, Rosell escribe: "Siempre hay alguien que recuerda que el el primer premio Nadal lo ganó una desconocida Carmen Laforet, que se impuso a González Ruano, a quien se le había garantizado el premio." Y añade: "Es emotivo, incluso tiene elementos épicos la historia de una joven desconocida que se alza con un galardón literario al que aspiraban los nombres -todos masculinos- consagrados de las letras de entonces, pero ¿por qué no poner el acento en González Ruano? (...) En otra