Me entero por la prensa de que ha muerto Delfín Colomé y Pujol, embajador de España en Corea del Sur. Tuve la suerte de conocerle, casualmente, durante mi estancia en Manila en noviembre de 1998, cuando era él embajador de España en Filipinas. Yo había ido al antiguo convento de san Agustín, en Intramuros, y el P. Policarpo Díaz, historiador, me estaba guiando en la visita. Me había enseñando la biblioteca y algunas de sus joyas, como la famosa Flora de Filipinas. Según el sistema sexual de Linneo (Manila, 1837), de Fr. Manuel Blanco, O.S.A, con sus magníficos grabados de plantas autóctonas, y también el jardín botánico que fundara el P. Blanco para sus estudios en el huerto del convento. Luego entramos en la iglesia y allí estaba el embajador Colomé acompañado del P. Pedro Galende, experto en arquitectura colonial filipina. Nos presentaron y estuvimos unos pocos minutos hablando, los suficientes para darme cuenta de que era un hombre afable, de gran cultura, curiosidad y sentido del humor. Me pareció un diplomático intelectual, en la línea, por ejemplo, de Pedro Ortiz Armengol, el ex embajador en Filipinas estudioso de Pérez Galdós. Colomé era también compositor, pianista, director de orquesta, comentarista de música y danza y escritor. Después de un par de años, el asturiano Félix Blanco, a la sazón jefe de estudios de Instituto Cervantes de Manila, y exquisito poeta, tuvo la amabilidad de hacerme llegar un ejemplar del libro La caución más fuerte (Manila, 2000), de Delfín Colomé. Se trata de un magnífico ensayo que pretende dar a conocer la ignorada literatura en castellano hecha en Filipinas. Un libro que nos descubre a un número de estimables autores filipinos, con José Rizal a la cabeza, que escribieron, y muy bien por cierto, en la lengua de Cervantes. Una muestra más de su amor por la antigua colonia asiática y el interés por la huella dejada por los españoles.
Con el placer de costumbre leo en Lecturas y pasiones (Xordica, 2021), la más reciente recopilación de artículos de José Luis Melero, una referencia al geógrafo e historiador Isidoro de Antillón y Marzo, nacido y muerto en la localidad turolense de Santa Eulalia del Campo (1778-1814). Antillón fue un ilustrado en toda regla, liberal en lo político, que difundió sus ideas, entre ellas el antiesclavismo, a través de diversas publicaciones. Sus obras más relevantes son las de carácter geográfico, entre las que destaca Elementos de la geografía astronómica, natural y política de España y Portugal (1808). En esta obra se muestra crítico con otros geógrafos españoles (caso de Tomás López) y con los extranjeros que escribían sobre España (a excepción del naturalista Guillermo Bowles). Gracias a Jovellanos Antillón llegó a ser elegido diputado por Aragón en las Cortes de Cádiz. A su amigo y protector le dedicó Noticias históricas de D. Gaspar Melchor de Jovellanos , impreso en Palma de Mall
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