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Lección de realismo

Ayer estuve hojeando la edición de La Odisea en la clásica versión del helenista Luis Segalá y Estalella (1873-1938). Abrí al azar el libro y me adentré en la Rapsodia XII, aquella en la que Odiseo y sus compañeros tienen que sortear el terrible estrecho flanqueado por el monstruo Escila y la divinal Caribdis. La historia dice que, superado el peligro, alcanzan los navegantes Trinacia, la isla de Helios, y allí, al abrigo de un puerto y cabe una fuente de agua dulce

“…los compañeros desembarcaron, y luego aparejaron muy hábilmente la comida. Ya satisfecho el deseo de comer y de beber, lloraron, acordándose de los amigos a quienes devoró Escila después de arrebatarlos de la cóncava embarcación, y mientras lloraban les sobrevino dulce sueño…”

Veamos. Nuestro héroe y sus compañeros sobrevivientes acaban de pasar por un difícil trance. Se hallan exhaustos, hambrientos, de modo que lo primero que hacen una vez en tierra es comer y beber. Y una vez saciado el hambre se acuerdan de los compañeros que dejaron atrás, y entonces el sentimiento halla su cauce y les embarga una gran tristeza, y lloran. Y llorando les asalta la fatiga, y se duermen.
En verdad este es una descripción muy realista. Por las páginas de La Odisea desfilan dioses y semidioses; pero sus héroes son de carne y hueso y sienten y padecen como humanos que son. Nada más comprensible que tener hambre y sed si hace días que no se come ni se bebe, y tener pena y llorar por los queridos compañeros muertos, y tener sueño si se lleva mucho tiempo de vigilia. Y todo este cúmulo casi simultáneo de necesidades, sensaciones y sentimientos que afectan a los personajes nos lo presenta Homero en solo tres o cuatro líneas, sin una palabra de más.
Qué grande, Homero.

Comentarios

  1. No quiero exagerar (ni tampoco soy tan conocedor del asunto) pero semejantes economía y expresividad sólo las he encontrado en los clásicos, sobre todo los griegos. Si a eso le uno el dramatismo (el sentido de lo dramático) me sale Sófocles, o la Apología de Sócrates, del Platón inicial. Siempre emocionantes. Un abrazo.

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  2. Cierto, y por eso son clásicos vivos y siempre estamos aprendiendo de ellos.

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