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Mostrando entradas de enero, 2007

Un poema de James Kirkup

NÚMERO EQUIVOCADO Justo en medio de la noche Como un mal despertador El teléfono me sobresaltó Y de un largo sueño me levanté, Con un susto de muerte, temeroso De oir noticias tristes de tí. En lugar de ello oí, todavía medio dormido, La música humeante de un bar, Una voz de hombre cantando débilmente, Y entonces, como si ella estuviera a mi lado, Una mujer repitiendo una pregunta En un idioma que no entendía. Todo lo que pude contestar fue: ¿Diga?¿Diga? Y ella, alarmada, gritó: ¿Mashi mashi? Atónita al oir a su amigo hablar inglés. Luego ella soltó un grito como un pájaro Con una voz sorprendentemente agradable, Y, como si le hubiese dado un calambre, colgó. El bar, la música y las voces se desvanecieron, Y me dejaron solo otra vez. De vuelta a la cama Justo en medio de la noche Eché un vistazo a mi jardín nevado, Y de repente me alegré de estar solo, y sobrio, en casa, sin noticias tristes de tí. (Traducción: J.O. "Wrong number" pertenece al libro de poemas The Prodigal Son

Limnología literaria

La literatura es como un inmenso lago con muchos tributarios. Hay grandes y caudalosos ríos, como Balzac o Tolstói; pero también pequeños e intermitentes arroyos, como un servidor. Cada uno contribuye con sus aguas en la medida de sus posibilidades. Por sí solo ninguno es suficiente, pero juntos devienen necesarios. Hay épocas de copiosas precipitaciones en las que el lago, gracias a las grandes avenidas, parece que vaya a desbordarse; y otras de pertinaces sequías en las que la escorrentía es mínima y el lago corre peligro de secarse. De la materia aportada por los diferentes tributarios, la mayor parte se evapora enseguida; otra se deposita en el fondo al cabo de cierto tiempo; y sólo una muy pequeña parte se mezcla con las aguas pemanentes. Pero lo que cuenta es el lago. Alimentar el lago. Para que la pesca en él siga siendo rica y variada.

Para ahuyentar a los malos poetas

En cierta ocasión se le acercó al profesor Charles Kingsley una dama con la intención de que le diese su opinión sobre unos poemas que había escrito. Después de echarles un vistazo Kingsley le dijo: "Señora, existe la poesía y existe el verso; y el verso se divide en dos clases: buen verso y mal verso. Lo que usted me muestra aquí no es poesía, es verso. No es buen verso, es mal verso."

El peligro de las citas.

Raúl del Pozo, en su columna de hoy de El Mundo , saca a relucir la famosa cita: l'avara povertà di Catalogna, atribuyéndola a Nicolás Maquiavelo. Error. La cita es de Dante, y corresponde a la Divina Comedia , verso 77 del canto VIII del "Paraíso". Si se trata de citar, mejor no citar que citar mal.

Unas palabras sobre Eduardo Mendoza

Intuyo que si he sido invitado a presentar esta charla de Eduardo Mendoza es por algunas circunstancias más producto del azar que de méritos propios. En efecto, los dos hemos nacido en la misma ciudad, Barcelona; en la misma época, años cuarenta; y los dos –salvando las distancias- somos escritores. Habría que añadir a estas coincidencias otra más de la que me he enterado hace muy poco, leyendo el libro de Llàtzer Moix Mundo Mendoza , y cuya lectura recomiendo vivamente: Ambos fuimos al mismo colegio, “La Inmaculada” de los Hermanos Maristas, en el Paseo de San Juan de Barcelona. Mendoza entró en él en 1950 y salió en 1960; yo entré un año después y salí también al cabo de diez años. De modo que nos hicimos merecedores de la medalla de permanencia que daban los hermanos a aquellos alumnos que resistían una década bajo su férula. Imagino, también, que alguna vez, a lo largo de aquellos años, y a pesar de ir a cursos distintos, debimos cruzarnos o incluso tropezarnos Mendoza y yo, bien a

A propósito de Trilby (II)

El ejemplar que poseo de Trilby es de la edición londinense de Osgood, McIlvaine & Co (1895). Está ornado con 121 ilustraciones del propio autor, encabezadas en el frontispicio por la imagen de cuerpo entero de la protagonista ( "It was Trilby!" ). El ejemplar perteneció en su día a un tal Ballard, de Ranmoor, y entre sus páginas se han venido guardando tres recortes de periódicos. El primero es una necrológica de George du Maurier, en la que se ensalza sobremanera su labor como caricaturista del Punch : "Por una extraña ironía del destino es probable que Mr. Du Maurier sea hoy en día más conocido como autor de una exitosa novela que como uno de los más grandes dibujantes de los últimas décadas de nuestro siglo. Y sin embargo es fácil predecir que su trabajo en blanco y negro volverá a estudiarse y a admirarse cuando para encontrar un ejemplar de Trilby uno tenga que buscar diligentemente en los catálogos de las mayores bibliotecas públicas. Trilby es un triunfo de

A propósito de Trilby (I)

De niño vi una película titulada Svengali. El protagonista, un individuo siniestro (interpretado por el genial Donald Wolfit), me aterrorizó. Por la noche tuve pesadillas. Años más tarde me enteré que Svengali era uno de los personajes de la novela Trilby , de George du Maurier. Ahora, la editorial Funambulista nos presenta una traducción íntegra de la misma. Cuando la novela se publicó en 1894 fue todo un éxito. En Gran Bretaña se vendieron ochenta mil ejemplares en los primeros tres meses; en Estados Unidos, doscientos mil. Incluso surgió un merchandising : muñecas Trilby, zapatos Trilby, sombreros Trilby... ¿A qué se debió el éxito de Trilby ? Esta pregunta ya se la hicieron en su día críticos y escritores, y cualquiera que sea la respuesta es seguro que no se debe exclusivamente a sus méritos literarios. Como dice Donald Sasson en Cultura. Patrimonio común de los europeos , su éxito dependió en gran medida de la llamada "situación literaria". "Ciertas coyunturas -dic

Pure noir

Era un insulto al género femenino, un cortocircuito en la carne de mujer voluptuosa y tierna con la que sueña el hombre. Era uno de esos ejemplares intermedios rubio cenicientos, huesudos, de ojos como platos, de cara sonriente, mentón prominente, busto falso, ancas artificiales, posturas estudiadas y muslos vacíos que se fabrican como tablillas de celosías venecianas en alguna fábrica anémica, asfixiada y subterránea para satisfacer la demanda desconcertantemente incrementada de modelos sin sexo, idénticos a ella, para ciertas revistas de moda femeninas en las que se echan hacia atrás con la boca abierta y la nariz fruncida, con ajustados vestidos rojos y plateados, sentadas sobre un viejo tonel de cerveza recién barnizado, cogiendo largos paraguas delgados que tienen la punta clavada en una duna de arena. A veces uno las ve desvanecerse, con los párpados pesados y la cara pálida como el papel, sobre un martini agitado en una copa triple de cóctel, con sus largas garras descarnadas d

Toas las vías valen

Se suele decir que escribir poesía es una buena vía para aprender a escribir en prosa. No lo creo. Barrunto que Bécquer hubiese escrito aún mejor prosa de no haber sido poeta. Lo contrario también podría funcionar: Thomas Hardy es un gran poeta porque antes fue un buen prosista. Y todavía queda otra posibilidad, aunque escasa: alternar, con toda naturalidad y a un excelente nivel, la poesía y la narrativa. Verbigracia: Raymond Carver.

Bailando con desconocidos (microrrelato)

Los dos se conocieron en una discoteca. A ella le fascinó su mirada penetrante y la forma elegante de moverse en la pista. Él, por su parte, se dio cuenta enseguida de que sería su chica aquella noche. Bailaron un poco y luego se fueron. Ella le propuso ir a su casa. En el ascensor empezaron a besarse. Ya dentro de la casa, al pasar por delante del espejo del recibidor, la mujer vio una sola imagen reflejada: la suya. Entonces él preguntó: “¿Crees en los vampiros?”. “No”, contestó ella. “Pues yo tampoco”, y hundió sus afilados dientes en la blanda carne de su cuello.

Barrett

La vida es un arma. ¿Dónde herir, sobre qué obstáculo crispar nuestros músculos, de qué cumbre colgar nuestros deseos? ¿Será mejor gastarnos de un golpe y morir la muerte ardiente de la bala aplastada contra el muro o envejecer en el camino sin término y sobrevivir a la esperanza? Las fuerzas que el destino olvidó un instante en nuestras manos son fuerzas de tempestad. Para el que tiene los ojos abiertos y el oído en guardia, para el que se ha incorporado una vez sobre la carne, la realidad es angustia. Gemidos de agonía y clamores de triunfo nos llaman en la noche. Nuestras pasiones, como una jauría impaciente, olfatean el peligro y la gloria. Nos adivinamos dueños de lo imposible, y nuestro espíritu ávido se desgarra. El autor de las líneas precedentes se llama Rafael Barrett, y corresponden al artículo "El esfuerzo" incluído en su libro Moralidades actuales (1910). Rafael Barrett (Torrelavega, Cantabria, 1876 - Arcachon, Francia, 1910) se trasladó con veintisete años a la

Estrena

En estos primeros días de enero, los romanos se visitaban y se hacían regalos como muestra de amistad. Joaquín Bastús, en su Memorandum anual y perpetuo (Barcelona, 1855), afirma que "los regalos llamados estrenas o aguinaldos son restos de aquellas costumbres cuyo origen se remonta al tiempo de Tacio rey de los sabinos". A últimos del siglo IV Paciano, obispo de Barcelona, escribió un libro reprobando la costumbre de sus diocesanos de celebrar el primer día del año la hennula cervula , la fiesta del ciervo. Aunque este libro acabó extraviándose, Bastús nos aclara que las exhortaciones de San Paciano dieron escaso resultado, ya que sus feligreses continuaron zascandileando por la ciudad de Barcelona y campos vecinos, disfrazados de salvajes y engolfados en torpes desenfrenos. "Último resto de aquellos desórdenes -sigue Bastús- es la algazara con que recorren nuestras calles, en los primeros días del año, una porción de jóvenes perdidos, atronando los oídos de las gent