El pulpo

 


En el copo había un parpadeo agónico y blanco de pescado y se movía la parda masa de un pulpo con algo indefinible de víscera o de sexo. Un último esfuerzo. Los pescadores se inclinaron más; luego se irguieron en silencio y contemplaron el mar.

La tercera vez en la mañana. El señor Venancio, el de la nostalgia de los tiempos buenos de la costera, dio una patada al pulpo, que retorció los tentáculos, y, al fin medio dado la vuelta, los extendió tensamente abriéndose como una rara flor.

("Entre el cielo y el mar", en El corazón y otros frutos amargos (1959), de Ignacio Aldecoa. Publicado originalmente en la revista Ateneo en enero de 1955, con el título "Pedro Sánchez entre el cielo y el mar"). 

Comentarios

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  1. Octopus's Garden4/12/25, 22:45

    Encontraba algo turbio y que, ciertamente me chirriaba, en el párrafo extractado, pero no sabía muy bien que era. Ahora comprendo que, sin tener una conciencia animalista muy desarrollada sino una simple empatía natural por cualquier ser vivo, el tosco gesto del nostálgico señor Venancio descrito por Aldecoa dista mucho del combate limpio entre iguales que Melville narra en su eterno Moby Dick o el propio Hemingway en Islas a la deriva. Un guiño castizo a la consabida brutalidad española y sus males atávicos?
    Como muy bien apuntara Miguel de Unamuno:

    "Bajo una atmósfera soporífera, se extiende un páramo espiritual de una aridez que espanta".

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  2. Jorge Ordaz5/12/25, 19:10

    ^Parece claro que, para un pescador como Venancio, un pulpo es pura mercancía.

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