Un relato de Carlos Edmundo de Ory
CORTO INFORME DE UN SUCESO
Un hombre que estaba parado contemplando la luna, en una hermosa noche, de pronto comienza a decir sin apartar sus ojos del luminoso disco: "¡La luna apesta! ¡La luna apesta!"
Repite esto varias veces y por fin deja de mirarla y sigue su camino. Cuando va lejos, la luna mira al sitio donde estuvo contemplándola el hombre y escupe desdeñosamente sobre un pescado muerto que estaba abandonado allí.
(Carlos Edmundo de Ory, Kikiriquí-Mangó, Ediciones "El Grifón", Madrid, 1954).
A la pregunta:"A qué huele la luna?", no son demasiadas las personas que podrían responder, aunque son muchas las que refieren estar o haber estado allí. Entre ellas se encuentra el sujeto que nos ocupa; o Neil Armstrong, quien lamentablemente ya no se encuentra entre nosotros para dar testimonio olfativo de su aventura espacial.
ResponderEliminarBarrunto, en cualquier caso, que en un futuro no muy lejano y siguiendo la tesis expuesta por Ray Bradbury en sus ya míticas "Crónicas marcianas", algún furibundo
partidario del cafre-capitalismo tipo Elon Musk comercializará un perfume con aroma lunar con el que conquistará las pasarelas de moda parisinas. Al tiempo.
A todo eso le podríamos llamar "vender aire". De hecho tengo entendido que ya se le ocurrió a alguien vender frascos vacíos rellenos de pretendido aire no contaminado de la Antártida, o algo así.
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